Rubeus Hagrid y Harry en Harry Potter y la piedra filosofal (Chris Columbus, 2001). |
«–De todos modos, Harry –dijo el gigante, dando la espalda a los Dursley–, te deseo un muy feliz cumpleaños. Tengo algo aquí. Tal vez lo he aplastado un poco, pero tiene buen sabor.
Del bolsillo interior de su abrigo negro sacó una caja algo aplastada. Harry la abrió con dedos temblorosos. En el interior había un gran pastel de chocolate pegajoso, con “Feliz cumpleaños, Harry” escrito en verde.
Harry miró al gigante. Iba a darle las gracias, pero las palabras se perdieron en su garganta y, en lugar de eso, dijo:
–¿Quién es usted?
El gigante rió entre dientes.
–Es cierto, no me he presentado. Rubeus Hagrid, Guardián de las Llaves y Terrenos de Hogwarts» (J. K. ROWLING, Harry Potter y la piedra filosofal, Salamandra, Barcelona, 1999, 49).
En sus análisis de los cuentos de hadas (Morfología del cuento, 1928; Las raíces históricas del cuento, 1974), Vladimir Propp identifica una función presente en todos los cuentos, que algunas veces es ejercida por un «ayudante mágico» y otras por un «objeto mágico». En ambos casos, la función consiste en permitir al héroe realizar un viaje: del mundo ordinario al extraordinario. El ayudante puede ser un iniciado o un maestro, un animal mágico (un águila, un caballo alado) o un objeto (una alfombra mágica, una llave). A mi juicio, esta constante es un indicador de la dependencia del ser humano -incluso del «héroe»-. El todos necesitamos de los otros y de algunos «bienes» o «haberes» que nos son entregados -que «heredamos»- para cumplir nuestra vocación.