José Ortega y Gasset definió al hombre como un «centauro ontológico». Su discípulo
Julián Marías, sensible al poder de la imaginación y promotor del papel de las mujeres en su tiempo, definió a la mujer como una «sirena ontológica». En ambos casos, subrayan la peculiaridad tan propia del ser humano como «animal de irrealidades», como esa criatura que no sólo es capaz de imaginar lo que no existe, sino que además necesita hacerlo para dar sentido a su vida.
La imaginación juega en la filosofía de Julián Marías un papel especulativo, relacionado con la posibilidad del hombre para buscar, encontrar y relacionarse con la verdad. La imaginación juega en su filosofía un papel ético, pues el ser humano, «ser futurizo», necesita proyectar imaginativamente su futuro para dar sentido a su vida, acertar en sus decisiones y prever las consecuencias de sus acciones. Finalmente, la imaginación juega un papel creativo, estético, en cuanto que le permite al hombre crear imágenes, historias, mundos posibles irreales que sin embargo inspiran y revelan verdades invisibles, pero fundamentales para el ser humano.
Conocer la realidad, proyectar el futuro, inventar poéticamente realidades inexistentes… parecen actividades humanas muy distintas, propias de personalidades también distintas: el teórico, el ético y el artista. La actual fragmentación de saberes y la especialización de las profesiones las separan todavía más. Sin embargo, es ya un sentir común tanto en el ámbito académico como en el profesional que esas tres capacidades deben trabajar juntas, pues se potencian mutuamente. Si la imaginación juega un papel decisivo en esos tres ámbitos… ¿será la imaginación una facultad clave para superar la fragmentación de saberes?