José Ortega y Gasset definió al hombre como un «centauro ontológico». Su discípulo Julián Marías, sensible al poder de la imaginación y promotor del papel de las mujeres en su tiempo, definió a la mujer como una «sirena ontológica». En ambos casos, subrayan la peculiaridad tan propia del ser humano como «animal de irrealidades», como esa criatura que no sólo es capaz de imaginar lo que no existe, sino que además necesita hacerlo para dar sentido a su vida.
La imaginación juega en la filosofía de Julián Marías un papel especulativo, relacionado con la posibilidad del hombre para buscar, encontrar y relacionarse con la verdad. La imaginación juega en su filosofía un papel ético, pues el ser humano, «ser futurizo», necesita proyectar imaginativamente su futuro para dar sentido a su vida, acertar en sus decisiones y prever las consecuencias de sus acciones. Finalmente, la imaginación juega un papel creativo, estético, en cuanto que le permite al hombre crear imágenes, historias, mundos posibles irreales que sin embargo inspiran y revelan verdades invisibles, pero fundamentales para el ser humano.
Conocer la realidad, proyectar el futuro, inventar poéticamente realidades inexistentes… parecen actividades humanas muy distintas, propias de personalidades también distintas: el teórico, el ético y el artista. La actual fragmentación de saberes y la especialización de las profesiones las separan todavía más. Sin embargo, es ya un sentir común tanto en el ámbito académico como en el profesional que esas tres capacidades deben trabajar juntas, pues se potencian mutuamente. Si la imaginación juega un papel decisivo en esos tres ámbitos… ¿será la imaginación una facultad clave para superar la fragmentación de saberes?
jueves, 6 de diciembre de 2018
lunes, 22 de octubre de 2018
Conferencia: El Principito y la imaginación de lo invisible
Fragmento de una de las ilustraciones originales de Saint-Exupery para El Principito. |
lunes, 10 de septiembre de 2018
¿Qué perdemos al decir «migrantes» donde antes decíamos «inmigrantes»?
Dhanbad, Bihar State, India, 1989. La imagen, de Sebastiao Salgado, forma parte de su proyecto Éxodos.
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Desde hace unos meses se escucha con frecuencia en los medios de comunicación la palabra «migrante», en detrimento de las más habituales «inmigrante» y «emigrante». El cambio ha sido repentino y bastante globalizado, como si buena parte de los medios de comunicación españoles hubieran reescrito simultáneamente sus libros de estilo respecto de esta cuestión.
Los cambios de vocabulario –especialmente los que se producen de forma tan repentina y acordada- no son accidentales. Responden a una estrategia precisa sobre un cambio de mentalidad. Cambiar el lenguaje es cambiar el medio –y el modo- en que pensamos las cosas. Así que de inmediato me puse a pensar qué podría provocar este cambio de vocabulario y no me fue difícil formular mi primera hipótesis: «inmigrante», en castellano, es una palabra cargada de connotaciones negativas mientras que «migrante» parece más neutra. La razón vendría impulsada por esa punzante búsqueda de un lenguaje políticamente correcto.
jueves, 12 de julio de 2018
Narciso, el «postureo» y la fotografía
David Octavius Hill, En el cementerio, Edimburgo, 1845.
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«Ninguna obra de arte se contempla en nuestro tiempo con tanta atención como los retratos de uno mismo, de los parientes próximos y amigos, y de la amada». Piensa cuándo fue la última vez que contemplaste una obra de arte con cierta intimidad, detenimiento, atención. Y durante cuánto tiempo. Piensa ahora en la última vez que viste una fotografía tuya o de alguien conocido, quizá en el móvil, quizá en alguna red social. Y si la miraste con mayor intimidad, detenimiento, atención o silencio que aquella obra de arte. La frase citada arriba es del historiador de Arte Alfred Lichtwark. La escribió en 1907.
viernes, 29 de junio de 2018
“El principito”: construir una vida en torno a la amistad
Luis Mora, fundador de la Academia de Curiosos, me invitó a clausurar la temporada en torno al tema de la amistad en El Principito. El contexto general del curso consistía en Aprender a mirar, así que, más que impartir yo una conferencia, todos los curiosos hicimos juntos el ejercicio de mirar la obra maestra de Antoine de Saint-Exupery, interrogándole sobre el tema.
La dedicatoria del libro contiene ya algunas pistas:
La dedicatoria del libro contiene ya algunas pistas:
A LEON WERTH¿A qué escritor sensato se le ocurre dejar por escrito sus correcciones y vacilaciones en torno a la misma dedicatoria del libro? Pero... ¡Saint-Exupery no era mal escritor! Así que esta dedicatoria es un ejercicio retórico, es ya literatura, forma parte de la obra. ¿Y qué nos revelan estas palabras? Algo encontramos en las tres excusas:
Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de entenderlo todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Verdaderamente necesita consuelo. Si todas esas excusas no bastasen, bien puedo dedicar este libro al niño que una vez fue esta persona mayor. Todos los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:
A LEON WERTH CUANDO ERA NIÑO
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