Juan Ramón Jiménez con Natalia (una sobrina de Zenobia), en la Residencia de Estudiantes, 1929. |
«Siempre he sido feliz trabajando y viendo trabajar a gusto y con respeto, y por dondequiera que he ido he ayudado y exaltado este poético trabajar a gusto. Claro es que he tenido y han tenido los buenos trabajadores que pensaban como yo que luchar contra la incomprensión o la barbarie más o menos consciente del explotador enemigo de este trabajo gustoso, que, al fin y al cabo, habría de ser honor y éxito de su industria […] Pero también he sido testigo de grandes bellezas del trabajo por el trabajo o por una relación, un enlace, una escapatoria entre el trabajo y otra circunstancia que lo acompañaba hermosamente». Son palabras de Juan Ramón Jiménez, suscitadas por sus encuentros con un jardinero sevillano y con un mecánico malagueño.