Portada del libro ¿Por qué filosofía? |
Si preguntamos a un filósofo “¿para qué sirve la Filosofía?”, lo más probable es que alce las cejas, aclare su voz e improvise una conferencia no ya sobre el sentido de la Filosofía, sino también sobre el sentido de la Medicina e, incluso, de la Arquitectura. La razón de esto es que la eterna pregunta sobre la utilidad de la filosofía encierra una trampa semántica.
Si la expresión para qué sirve la filosofía significa algo así como qué efectos, resultados o cambios voy a lograr filosofando, mi respuesta sería, como la de innumerables sabios: “La filosofía no sirve para nada”. Preguntado desde esta actitud, que Romano Guardini llamaba “voluntad de dominio”, yo defendería la inutilidad de la Filosofía. Porque cuando convertimos la ideas en “una palanca de transformación social” (Daniel Bell) es muy posible que ya no estemos haciendo Filosofía, sino ideología. Sin embargo, si entendemos la expresión para qué sirve desde una “voluntad de sentido”, es decir, si preguntamos: “¿Tiene sentido hacer filosofía?” Mi respuesta es, como la de los ya invocados sabios, “sí, tiene todo el sentido”.