«La grandeza de la vida de Menéndez y Pelayo fue precisamente el convertir su trabajo, sus libros, en su único amor. No estoy de acuerdo con los que dicen que don Marcelino es su obra, y que las anécdotas de su vida apenas tienen significación ni valor. […] Los biógrafos hablan de los largos años de meditación del maestro […] Pero, en esas horas, ¿qué pasaba en su alma? Estudiaba, meditaba, sí. Pero ¿cuáles fueron sus tentaciones, y sus luchas pera vencerlas, y sus ambiciones frustradas; cuáles fueron las voluntarias amputaciones que hizo de muchas rosas fragantes del inmenso jardín de su corazón?».
Son palabras de Gregorio Marañón meditando sobre su maestro (Tiempo viejo y tiempo nuevo). Marcelino Menéndez Pelayo, maestro de maestros. El hombre cuya ciencia fue asombrosa y cuyas exageraciones científicas merecen nuestros perdones. Aquellos defectos de la obra son fruto de la pasión de la persona, pasión que incendió el corazón de sus discípulos e hizo de la segunda mitad del XIX el segundo siglo de oro español. No tendríamos a la Generación del 98 sin el sello de Menéndez Pelayo.
Hay que mirar a la persona detrás de la obra pues, como dice Marañón, en la persona se ve mejor el dedo de la Divinidad creadora de la que brota luego la obra. Cuando uno escoge un gran libro, entra en un nuevo mundo. Detrás de ese nuevo mundo está el genio creador. Detrás de ese genio creador, está el mundo que lo vio nacer. Detrás de ese mundo, están otros genios creadores. Detrás de esos genios creadores hay otro mundo. Y así, en un juego de mundos y creadores que un Borges matemático y escéptico haría llegar al infinito, y en el que un confiado campesino intuye que ha de haber un primer Libro, y un primer Creador.
viernes, 7 de agosto de 2015
martes, 4 de agosto de 2015
¿Son las vacaciones una forma de arte?
Fotograma de El último samurái, Edward Zwick, 2003. |
Seguramente ya estés inmerso en las vacaciones. No importa. Porque la vida del espíritu no sólo inspira el trazo de nuestros itinerarios, sino que renueva el modo en que los recorremos. Recuerdo ahora el modo en el que capitán Nathan Algren (Tom Cruise) viste –y es vestido– en su armadura para la batalla final (El último samurái, Edward Zwick, 2003). Cada pieza y cada movimiento son, a un tiempo, quehacer mínimo y expresión máxima de la vida, la muerte y el valor. Recuerdo ahora al zorro enseñándole al principito que los ritos son importantes, transfigurados en rutina creativa (El Principito, Antoine de Saint-Exupery). ¿Pueden ser las vacaciones una forma de arte que nos revele quiénes somos y quiénes queremos ser?
martes, 28 de julio de 2015
Los hechos y su sentido: ¿por qué el pollo cruzó la carretera?
Fotografía de Arthur Tress, San Francisco, 1964. |
Platón: «Porque al otro lado de la carretera se encuentra la verdad».
Aristóteles: «Porque está en la naturaleza del pollo cruzar las carreteras».
Buda: «Preguntarse tal cosa es renegar de tu propia naturaleza de pollo».
Galileo: «Y, sin embargo, la cruza».
Karl Marx: «El pollo cruzó la carretera porque era dialécticamente inevitable».
Joseph Stalin: «El pollo debe ser fusilado inmediatamente, junto con los testigos de la escena y diez personas más, escogidas al azar, por no haber impedido ese acto subversivo».
Sigmund Freud: «Que preguntes por un pollo revela tus traumas sexuales».
Albert Einstein: «El hecho de que el pollo cruce la carretera o de que la carretera pase por debajo del pollo depende del punto de referencia».
Si le preguntas a Google "por qué el pollo cruzó la carretera", encontrarás muchas otras variantes de este chiste, con cientos de respuestas previsibles de personajes históricos o ficticios, y hasta de arquetipos profesionales, como "profesor de primaria", "profesor de universidad", etc.
jueves, 23 de julio de 2015
Cormac McCarthy: lo esencial en la carretera
Fotograma de la película La carretera (The Road, John Hillcoat, 2009), protagonizada por Viggo Mortensen. |
con pocos, pero doctos, libros juntos
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos».
Así empieza el soneto que escribió Quevedo a su editor desde la torre que era a un tiempo refugio y destierro. En otros géneros, sería imprudente no leer a autores vivos pero en Literatura suelo seguir la máxima de Quevedo: «pocos, doctos y difuntos». Tenemos poco tiempo para leer, así que conviene acertar y la mejor criba la ofrece el paso de los siglos.
Mi consejo llevó a mi buen amigo Juan Pablo Serra a retomar la lectura de algunos clásicos y pronto me comunicó su alegría por haberse encontrado con la genial San Manuel Bueno Mártir, de Unamuno. Me recomendó, contra mi máxima, que leyera a un autor vivo. «Si te sirve de aliciente, te diré que el autor tiene 77 años». Humor negro. Hablaba de Cormac McCarthy y su breve La carretera (The Road, 2006) Luego llegó la película, pero leí primero el libro, definitivamente mejor.
lunes, 20 de julio de 2015
Frank Capra nos revela "El secreto de vivir"
Imagen promocional de El secreto de vivir, con Gary Cooper y Jane Athur, 1936. |
Frank Capra aterrizó en el cine con la esperanza de ganar algunos dólares. Le cogió el truco y obtuvo muchos éxitos. Soñaba con ganar un Oscar. Obtuvo cuatro nominaciones por Dama por un día (1933) y, mientras ponía todo su empeño en promocionar esa película, rodó sin mucho interés Sucedió una noche (1934). La primera no obtuvo ningún Oscar; la segunda, pese a las regulares críticas iniciales, se convirtió en la favorita del público. Fue la primera película en ganar los cinco Oscar más importantes: director, película, guión, mejor actor y mejor actriz.
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