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Fotograma de la película Ratatouille, (Brad Bird, 2007). |
Además de persecuciones, golpes, humor y todo lo que necesita para convertirse en la favorita de los niños,
Ratatouille (Brad Bird, 2007), nos regala reflexiones para todas las edades, especialmente para los jóvenes y adultos que aún quieren sentirse vivos. Es habitual que muchas de sus secuencias y frases aparezcan en cursos sobre comunicación, trabajo en equipo,
coaching y desarrollo personal. Por ejemplo: cuando uno recibe un don, por absurdo que parezca -en el caso de esta rata, es su olfato-, debe aprovecharlo. En orden a la supervivencia y gracias a su olfato,
Remy salva la vida a su padre y se convierte en el
olfateador oficial, capaz de detectar cualquier alimento envenenado. En orden a algo mucho más valioso y creativo que sólo comer sin morir, Remy usa su olfato para cumplir su vocación de ser un gran chef.
«Cualquiera puede cocinar», sostiene el gran
Gusteau, quien, incluso ya fallecido, inspiró con su arte y consejo a Remy, una sencilla rata de campo, hasta convertirla en chef del más reputado restaurante de París. En un primer sentido, esta frase viene a decir que con buena voluntad, constancia y un buen maestro cualquiera puede llegar a cocinar dignamente. Sin embargo, la frase tiene un sentido más profundo, que nos revelará el exigente crítico
Anton Ego hacia el final de la película: «No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista sí puede provenir de cualquier lado».