domingo, 1 de diciembre de 2013

Menos divagación y más especulación

Es un honor tenerle entre mis antiguos alumnos de BBAA en la UFV.
Es clásica la distinción entre pensamiento especulativo y pensamiento práctico. Ambas expresiones tienen origen latino. Especular viene de especulor (observar, investigar, escudriñar) y de ahí se deriva specullum (espejo). El pensamiento especulativo pretende comprender las cosas en sí mismas y exige una ascesis o renuncia (al menos, momentánea) no sólo de nuestros intereses particulares, sino también de nuestras formas de pensar habituales (nuestros "esquemas mentales"). Por esto dicen los clásicos que pensar es difícil. El pensamiento especulativo puede identificarse con la contemplación y es lo que los griegos llamaron teoría, no el sentido de un discurso acerca de las cosas, sino como una callada atención a la escucha de lo real. Es decir: como la forma de amor más humilde y, al tiempo, la más básica, sin la cuál no seremos capaces de hacer justicia a aquello que decimos amar.

Me arriesgo a decir, aunque esto resulte más polémico a oídos poco avisados, que lo que hoy llamamos pensamiento creativo es, también, pura especulación. Y eso explica por qué las personas prácticas acusan a los creativos de que su forma de pensar es una pérdida de tiempo. Y explica también la perversión del término: llamamos especuladores a los que juegan mentalmente con algo que ("todavía" o "en principio") no es real.

El pensamiento especulativo, en todas las formas que mencioné anteriormente, se opone al pensamiento práctico. Mientras el segundo se orienta al discernimiento de los fines (objetivos, metas) y a la elección de los medios necesarios para alcanzarlos, el pensamiento especulativo nos obliga a aparcar temporalmente la acción para buscar (sin seguridad de éxito) nuevas y más ricas formas de comprender la realidad.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Irene Vázquez Romero: JOY

Irene Vázquez Romero en su aula de 1º de Bellas Artes y Diseño, en la Universidad Francisco de Vitoria.
(Foto: Álvaro Abellán, 2012).
Nunca diréis morir fue el último artículo de Irene Vázquez Romero en LaSemana.es (29-01-2013), y tendremos que hablar de él, pero no fue su última publicación. Su blog Vida pública, pasen y vean y su presencia en Twitter son dos de las muchas trayectorias vitales que Irene afrontaba con la ilusión y el entusiasmo de una primera aventura. Quería explorar intelectual y vitalmente la idea de un buen amigo suyo: la ejemplaridad pública como clave para una renovación política, social y espiritual. También leyó, escribió y discutió sobre el tema con amigos, colegas y maestros hasta agotarlo. Su presencia virtual descendió porque ya tenía conclusiones provisionales y reordenó sus prioridades, buscando siempre lo esencial. No obstante, su legado digital es suficiente para sorprender a quienes sólo se acercaron a ella a través de las crónicas de sociedad. Fruto de aquellas indagaciones sobre la ejemplaridad presentó una comunicación sobre Chesterton y Lewis recogida en su primera publicación académica: la obra colectiva Chesterton de pie (CEU Ediciones, septiembre, 2013).

Buscando el núcleo de su tesis doctoral, Irene quiso vincular los conceptos de «inteligencia de la realidad» e «inteligencia de la fe» conforme a la experiencia biográfica, académica y espiritual de C. S. Lewis. Le interesaba empezar por la inteligencia de la realidad porque con ella quería abrazar a todos los hombres. Quería culminar con la inteligencia de la fe porque quería llevarnos a todos a participar del misterio de la comunión en Dios. Su hipótesis intelectual -y su apuesta personal- es que el compromiso con nuestra inteligencia de la realidad nos abre al misterio de Dios; y que el descubrimiento de la inteligencia de la fe transfigura nuestra vida entera, llenándola de belleza y alegría.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Protocolo socrático: el diálogo público, fuente de ejemplaridad

Bruno Barbey, The Italians, Florencia, 1964.
Sócrates es considerado uno de los padres de Occidente. La Filosofía, la Política, la Ética y la Educación, en las formas más nobles que ha dado Europa, no son concebibles sin su huella. Todas las tendencias intelectuales posteriores a él reclaman su liderazgo e inspiración. Incluso cuando Occidente se ha negado a sí mismo, ha tenido que hacerlo en combate con el ciudadano ateniense. La crisis europea -y española- es una crisis de fundamentos; y los fundamentos se recuperan actualizando su origen.

Sócrates entendía que la vida buena, creativa, justa y feliz, tanto de la persona como de la comunidad política, es fruto de analizar la consistencia de los argumentos y de examinar la propia vida. Eso le movía a escuchar al otro y a dialogar con quien piensa distinto para buscar el libre examen sobre lo que pensamos y lo que perseguimos. Por eso buscaba el debate y la discusión a corazón abierto, cuyo único límite es el juicio en conciencia sobre la verdad y el bien posibles.

El pensar crítico y creativo exige la comunicación y la deliberación públicas. Es el compromiso de muchos por el bien común de todos, a la luz de todos, con la participación de todos. Eso nos permite encontrar juntos las respuestas más eficaces y nos obliga a renunciar a las miradas particulares. En el diálogo comprometido aparecen las mejores respuestas, sean económicas o políticas, de presente o de futuro. ¿Dónde damos opción a ese diálogo?

lunes, 11 de noviembre de 2013

Hombre libre o esclavo: ¿Qué voz gobierna en nuestro interior?



La moda más extendida –y conviene examinar las modas, para mantener una voz propia- pasa por insultar y despreciar a nuestros dirigentes, aun cuando nos ofrecen las mismas razones por las que aplaudimos a los deportistas o al último anuncio de Coca-cola: “Vamos a demostrarle a Europa de lo que somos capaces cuando estamos juntos”. Las situaciones difíciles revelan dos caracteres muy distintos, y de los dos sabemos dar ejemplo los españoles. Uno de esos caracteres es el del hombre libre; el otro, el del esclavo.

El hombre libre habla poco y actúa mucho. Cuando habla, lo hace para todos, como si quisiera que sus palabras llegaran incluso a los dioses. Cuando actúa, no se rinde: vence o muere. Está acostumbrado a la adversidad (como la Pantera Rosa o Tim Genard), pero no lloriquea, como los personajes de Shakespeare, preocupado por aquello que no está a su alcance. Se centra en lo que él puede hacer, y lo hace. No es gobernado por las modas, circunstancias o palabras ajenas. Él crea nuevas circunstancias y marca el tono de su vida. Conoce y sabe contar su propia historia. Por supuesto, no espera que “otros” o “los de arriba” hagan nada: sabe lo que debe hacer, y lo hace.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La tesis sobre Teoría Dialógica de la Comunicación, ya en pdf

Dicen los medievales que “el bien es difusivo de sí”. Los padres fundadores de internet sostenían este principio: “Si tienes algo bueno y crees que le puede interesar a otro, compártelo”. Aunque es discutible que todo lo que nos interesa sea bueno, creo que ambos principios están muy relacionados. El segundo (un principio moral) puede considerarse como un corolario del primero (una afirmación metafísica). Por eso, una de mis inquietudes cuando defendí mi tesis es que estuviera disponible para todo el que quisiera asomarse a ella. No precisamente porque esté seguro de que sea buena, sino más bien porque si el tema no va más allá de esta entrada tendré la convicción de que no merece la pena y podré dedicarme a otra cosa.

Personalmente no me atrevo a recomendársela a nadie, porque soy consciente de que ni es una lectura amable –tiene todas las limitaciones de un texto académico– ni es ninguna “cumbre”, no ya del pensamiento sobre comunicación, sino de mi joven vida académica. Quizá me atrevería a hacer una excepción, para aquellos que, como yo, padecen de vez en cuando de insomnio. A ellos sí les invito a probar la obra, con dos posologías alternativas: a) intentar leerla; y b) tumbarse en la cama y dejarla caer sobre la cabeza desde una altura aproximada de 25 cm.

Sin embargo, dos razones me obligan a "dar noticia" de la obra a los mortales que son capaces de dormir a pierna suelta. La primera es que, a la espera de una edición más amable, sintética y madurada, esta tesis supone un primer paso en una dirección que los estudiosos consideran urgente y prioritaria: hacer dialogar las “teorías de la comunicación” con la Filosofía. La segunda razón es que mis mayores (maestros y colegas con mucha más experiencia que yo y que se han atrevido a hincarle el diente a la tesis) insisten en que debo ponerla a disposición de los estudiosos, porque en el diálogo con la comunidad académica adquirirá su verdadera dimensión (sea esta la que sea).

La tesis, en crudo, es sencilla, y nos permite comprender la posible actualidad de la obra: hasta ahora hemos pensado la comunicación social tomando como “modelos” básicos la comunicación animal, la cibernética y los medios masivos. Sin embargo, el modelo original y más fecundo para comprender la comunicación social sólo puede ser la comunicación específicamente humana y, más concretamente, el diálogo interpersonal.