Ricard Terré, Sant Boi de Llobregat, 1956. |
Escribió Jaime Balmes en El criterio que la atención es «la aplicación de la mente a un objeto» y que la mayor parte de nuestros errores no son por carecer de inteligencia, sino por falta de atención. La idea de este artículo es mostrar que al entrenar la atención, maduramos la inteligencia, y que una inteligencia madura nos ayuda a vivir creativamente.
La falta de atención acumula en nuestra mente apreciaciones inexactas que, lejos de ordenarse y ayudarse mutuamente, se mezclan, funden, confunden, borran y embrollan entre unas y otras. Sin atención, lo que llamamos “nuestro conocimiento”, eso con lo que medimos la realidad y al que acudimos para tomar decisiones, se torna ligero, superficial, inexacto o totalmente equivocado. Una atención deficiente genera un conocimiento y una memoria deficientes. Desde ahí, nuestras elecciones y decisiones son más precarias e inseguras, posiblemente imprudentes o, en el mejor de los casos, mecánicas.
Nicholas Carr, en Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, sostiene que las nuevas tecnologías nos seducen y esclavizan. Carr sostiene que herramientas como Google nos da una falsa sensación de cultura al emborracharnos de información, pero mantiene nuestro pensamiento en la dispersión y la superficialidad, anula nuestra capacidad de profundizar, de permanecer solitarios y concentrados durante largo tiempo en una tarea. El análisis de Carr, grosso modo, me parece oportuno. Sin embargo, creo que confunde la atención con la gimnasia intelectual, y en eso debo distanciarme de él.