Aplicar la "lógica para controlar las cosas" a las relaciones humanas
genera esclavos, monstruos, tiranos y mundos inhabitables.
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La primera vez que consulté estos datos pensé: “Si el 75 por ciento de las personas empleadas en este país trabajan resignados y con indiferencia, bastante bien le va a nuestra economía”. De hecho, me sorprendo a menudo por la desidia e incompetencia manifiesta de muchas personas que trabajan de cara al público. También me ha pasado al revés: cuando una de estas personas se muestra educada, servicial y manifiesta saber de lo que habla, me dan ganas de pedirle su tarjeta, porque la llevaría conmigo a cualquier aventura empresarial.
Escuchar detenidamente las razones de esa desidia nos permite plantear una nueva perspectiva, que no invalida la anterior: “Si las empresas tratan a las personas como máquinas y números, matarán su iniciativa personal, su sentido de la responsabilidad y desperdiciarán sus talentos y capacidades”. Las empresas grandes buscan la estandarización de productos y servicios en su búsqueda febril de maximizar el beneficio y, con ello, reducen a sus empleados al anonimato y a lo impersonal, lo que denigra la dignidad tanto de sus empleados como de sus clientes.