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Fotograma de Antes que el diablo sepa que has muerto (Sidney Lumet, 2007). |
«¿Sabes una cosa? Lo bueno de la contabilidad inmobiliaria es que puedes… puedes sumar al final de una página o en medio de una página y todo encaja, al final del día todo encaja. El total es siempre la suma de las partes. Es limpio, claro, impecable, indiscutible. Pero mi vida no es… no encaja, es… nada está conectado con el resto, no. Yo no soy la suma de las partes. Todas las partes juntas no suman un único yo, supongo».
Así se desahoga el protagonista de
Antes que el diablo sepa que has muerto (2007), hablándole al camello que le proporciona droga, una vez que su plan perfecto para hacerse rico destroza la vida de las personas a las que quiere.
Sidney Lumet nos ofrece otra película cuya excesiva crudeza no deja de regalarnos reflexiones interesantes.
La contabilidad es un artificio, una abstracción, un juego exacto de nuestra inteligencia para cuadrar las cuentas de otro artificio milenario: el dinero. La vida humana es otra cosa. No entiende de fórmulas matemáticas, no puede reducirse a un puñado de variables y ni siquiera es la suma de todo lo que hacemos con ella. Cuando aplicamos las reglas de la contabilidad a nuestra vida, ésta se rebela. Y, como toda rebelión, trae consigo gran violencia. A veces, física; otras, moral; pero, las más de las veces, estallan las dos juntas.