¿Qué idea de persona subyace en los contenidos y metodologías de mi asignatura? ¿Cuáles son los límites epistemológicos de lo que enseño? ¿Qué bien social aporta esta disciplina? ¿Qué relación tiene lo que enseño con el sentido último de mi propia vida? Éstas son algunas de las preguntas que afrontamos el pasado 23.01.2013 en un Taller sobre el Repensamiento de las disciplinas y las metodologías docentes en la Universidad Francisco de Vitoria. El planteamiento de aquel taller, que recoge un destilado del trabajo de muchos años, puede traducirse en algunos resultados muy prácticos e inmediatos (nuevas metodologías que formen y preparen mejor a nuestros alumnos), pero también apunta a consecuencias cuyo alcance apenas intuimos.
Empecé mi intervención pidiendo a los presentes (45 profesores y otras 15 personas: directores de carrera, decanos, el vicedecano de Profesorado e Investigación y el rector) que trataran de reconocerse en su labor investigadora y docente con la protagonista del vídeo que encabeza esta nota. El vídeo pretendía apoyar mi discurso cumpliendo dos objetivos: ilustrar qué entendemos por aprendizaje significativo y denunciar los tópicos que la ciencia moderna nos ha vendido como axiomas, desde los cuales es imposible afrontar la necesaria tarea de rehumanizar el saber. Voy a desarrollar en esta nota algunas claves que apunté en la exposición.