Antoine de Saint-Exupery junto al avión que pilotó, gracias al diario parisino L'Intransigeant, para cubrir la guerra civil española. |
«Esta tarde he asistido al bombardeo desde la misma ciudad [de Madrid]. Alguien juzgó necesario dejar caer un rayo sobre la Gran Vía para descuajar una vida, una sola. Algunos viandantes se sacudían los escombros; otros corrían; el humo ligero se disipaba; pero aquel joven, salvado milagrosamente sin un rasguño, tenía a su novia, a la misma que segundos antes llevaba cogida del brazo con su ternura, a sus pies, convertida en una esponja de sangre, en un amasijo de carne y jirones. Mientras se arrodillaba, sin entender nada todavía, movía la cabeza lentamente, de arriba abajo, como si pensara: “Qué extraño es esto”. En aquella flor derramada no había nada que le recordara a su amiga. […] A medida que el grito, diferido no sé por qué razones, se formaba en su garganta, el joven tenía la ocasión de comprender que el verdadero objeto de su amor no habían sido esos labios, sino el gesto, la sonrisa de esos labios. No esos ojos, sino su mirada. No ese pecho, sino su delicado movimiento marino. Tenía la oportunidad de comprender, en definitiva, la causa de la angustia que le provocaba su amor. ¿Acaso no había perseguido lo inaprensible? No se trataba de estrechar su cuerpo, sino la suavidad, la luz, el ángel ingrávido que lo cubría…» Saint-Exupery, Antoine, La guerra de España, trad. de Andoni Eizaguirre Ugarte, KEN Nueva, Mutilva (Navarra), 2016, 60-61.