Durante sus primeros días de vida universitaria, allá por el mes de octubre, pido a mis alumnos que escriban una carta a su yo futuro, al yo que serán cuando terminen sus primeros exámenes finales. Me quedo con esa carta –y la leo con su permiso– hasta que se la devuelvo puntualmente al comenzar el segundo semestre, a principios de febrero.
Los objetivos generales de este ejercicio son siempre los mismos. Cuando la escriben, espero que se imaginen a sí mismos al finalizar el primer gran hito de la aventura universitaria que entonces comienzan. Cuando la leen, les invito a reflexionar sobre cómo encarnan en el calendario o tiempo cronológico su tiempo biográfico, su propia vida.
Los objetivos específicos varían según el año y la asignatura que comparta con ellos, como puede variar también el tiempo entre el yo presente y el yo futuro al que les pido que escriban. Todas esas variantes ofrecen posibilidades interesantes, pues los frutos de dedicar un tiempo a pensar en nosotros, a imaginar quiénes seremos y a decirle, al que seremos, quiénes somos hoy, son incontables y pueden ser muy fecundos. Por eso la carta al yo futuro es también un recurso interesante en la práctica del Coaching Dialógico.