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lunes, 8 de abril de 2019

«No te detengas y no tengas miedo de chocar»

Fotograma del Hogwarts Express, animado. Fuente: gfycat.com
Harry Potter ha ido de la mano de Hagrid desde que recibiera la carta de admisión en Hogwarts hasta que estuvo completamente equipado. Se encuentra solo, no obstante, cuando ha de encontrar el andén nueve y tres cuartos, donde un tren, a las 11h, partirá hacia su destino. Llega a la estación e identifica los andenes nueve y diez. Pero, entre ellos, no parece hacer ningún andén nueve y tres cuartos. Los muggles, evidentemente, no pueden ayudarle. Será la madre de una familia numerosa de magos la que, de inmediato, integrará a Harry como a uno de más de la familia.
«-Discúlpeme –dijo Harry a la mujer regordeta.
–Hola, querido –dijo–. Primer año en Hogwarts, ¿no? Ron también es nuevo.
Señaló al último y menor de sus hijos varones. Era alto, flacucho y pecoso, con manos y pies grandes y una larga nariz.
–Sí –dijo Harry–. Lo que pasa es que… es que no sé cómo…
–¿Cómo entrar en el andén? –preguntó bondadosamente, y Harry asintió con la cabeza.
–No te preocupes –dijo–. Lo único que tienes que hacer es andar recto hacia la barrera que está entre los dos andenes. No te detengas y no tengas miedo de chocar, eso es muy importante. Lo mejor es ir deprisa, si estás nervioso. Ve ahora, ve antes que Ron» (Harry Potter y la piedra filosofal, 82).
Ron y Harry serán desde ahora amigos inseparables.

El andén nueve y tres cuartos es un portal mágico, un umbral entre la estación de trenes muggle y la del mundo mágico. Permanece escondido a pesar de estar en uno de los lugares de mayor tránsito de muggles. ¿Cómo es eso posible? Muy fácil: ningún muggle lo encontrará porque, aunque lo tenga delante de sus narices, escapa totalmente a su lógica. Los andenes están identificados por números enteros, uno para cada vía del tren. Están el uno, el dos, el tres… el nueve y el diez. Pero no puede haber un nueve y tres cuartos, no cabe la posibilidad de un nueve y tres cuartos, ni en el mundo físico, ni en la mente de los muggles.

Así que el portal no es descubierto sencillamente porque a ningún muggle le cabe en la cabeza que pueda existir. Un poco como el continente americano para los europeos… hasta 1492, claro, cuando un loco llamado Cristóbal Colón imaginó que existía lo que nadie había visto nunca, lo que todos consideraban inconcebible. Habría que revisar los documentos de la época, pues quizá descubramos que Colón era mago. Es verdad que, técnicamente, Colón imaginó algo distinto de lo que realmente encontró. Y durante bastante tiempo creyó haber llegado a donde imaginaba, aunque en realidad se encontraba en otro lugar. Pero aquí lo importante no es su error de cálculo o, ¡precisamente! lo interesante es su error de cálculo... Y, también, que no se detuvo, que no tuvo miedo ante lo ignoto.

«No te detengas y no tengas miedo de chocar, eso es muy importante». Y esa es la otra razón por la que, aun si algún muggle encontrara el andén, no sería capaz de cruzarlo. Una barrera sólida entre dos andenes… ¿cómo nos vamos a lanzar de cabeza contra ese muro? Sólo la confianza de saber que otros pasaron, junto con el consejo de una madre bondadosa, dará ánimos a Harry. No es que nuestro protagonista sea un loco, no es que corra hacia ninguna parte. Más bien confía en quien resulta confiable. Confía en Hagrid, quien le habló de este andén; confía en esta mujer, que parece saber de lo que habla y no le pide a él nada que no pida a sus propios hijos.

Las matemáticas y la física no cuadran, pero los testigos son fiables. Un poco de fe razonable y Harry estará pronto en un tren camino de Hogwarts. Esa es, a menudo, la lógica del Reino de Fantasía.

¡Ah! Otra cosa importante: aunque en Fantasía las matemáticas y la física funcionan de otra manera, sus leyes son igualmente inexorables. En en Reino de Fantasía la puntualidad es un valor fundamental. Hay un momento oportuno, decisivo. Si lo dejas pasar... esto esto es lo que pasa...

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