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domingo, 10 de febrero de 2019

Los ocho libros que todo estudiante de Hogwarts debe leer

Hermione Granger, Ron Weasley y y Harry Potter estudiando en Hogwarts. Fuente: Harry Potter Wiki.

Se ha puesto de moda en la prensa digital, incluso en los medios con solera, elaborar listas. A veces, ya desde el titular, el redactor se permite dos concesiones impensables hace apenas unos años: tutear al lector y llamarle ignorante. Por ejemplo: «Las ocho cosas que no sabes, y deberías, sobre…» Si uno cae en la trampa y se siente retado, descubrirá con frecuencia que quien no sabe mucho es el autor de la lista (si es que se puede llamar autor a quien se limita a enunciar un conjunto de tópicos). El caso es que esas listas funcionan, al menos para lograr una visita, una impresión, cierta interacción con el público... De otro modo, no se publicarían.

Los que amamos el discurso ordenado de ideas no siempre somos fans de las listas, especialmente cuando se usan en contextos inadecuados. Por ejemplo, es penoso acudir a la conferencia de un supuesto especialista sobre un tema y, en lugar de asistir a un desarrollo ordenado de razonamientos, encontrarnos con una lista de ideas sueltas, sin conexión alguna entre ellas.

Sin embargo, las listas son a menudo necesarias. Hay que hacerlas. Y repasarlas. De vez en cuando nos encontramos en la gran literatura algunas listas memorables. Pienso ahora en el inventario que hizo Robinson Crusoe con todo lo que sobrevivió a su naufragio. Pocas listas resultan a un tiempo tan nostálgicas, dramáticas, esperanzadoras. Cada línea apunta al pasado y la civilización perdida, al presente y la necesidad de supervivencia, al futuro y la civilización por construir.

Ayer, por azar, me encontré con la lista de todo lo que necesita Harry Potter para acceder a su primer curso en el Colegio Hogwarts de magia. Son tres listas: «uniforme», «libros» y «resto del equipo». Me detuve en la segunda.
«LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:

  • El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk.
  • Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
  • Teoría mágica, Adalbert Waffling.
  • Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
  • Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
  • Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
  • Animales fantásticos y donde encontrarlos, Newt Scamander.
  • Las fuerzas oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble».
Cf. ROWLING, J.K., Harry Potter y la piedra filosofal, trad. de Alicia Dellepiane, Salamandra, 1999, 62). VO: «Harry’s school list», en Pottermore.com.
La lista es deliciosa. Uno busca relaciones divertidas entre el nombre del autor y la temática de la obra, como hacíamos de pequeños, encontrando a veces hallazgos insospechados. Ocurre, además, que no podríamos estar más de acuerdo con la lista. La formación básica del mago es, en su campo, muy similar a la nuestra. Un manual de prácticas básicas. Historia y Teoría, disciplinas fundamentales para dominar y renovar creativamente cualquier práctica. Una especialidad explicada para principiantes (transformación). Botánica, Química y Zoología (ciencias naturales).

Finalmente, Ética. Es curioso que nuestra reactividad en el mundo ordinario hacia la Ética, la ciencia que estudia el bien y el mal “objetivos”, sea transformada, incluso suprimida, cuando entramos en el Reino de Fantasía. Pocos manuales de Ética son tan certeros, ya desde el subtítulo, para explicar el sentido de esa disciplina: una guía para la autoprotección. Aunque ese sentido merece evidentemente desplegarse. La protección de mi persona incluye la protección de los míos, tal vez de la humanidad entera. Incluso la cosa podría formularse en positivo, algo así como «una guía para lo mejor». Pero formular la Ética en su vertiente de posibilidad de realización, frente a su vertiente de límites que no se pueden traspasar, tal vez sea pedirle demasiado incluso al Reino de Fantasía. Al menos, en algunos de sus paisajes. Necesitamos otras tierras, y maestros como Gandalf, para aprender que la Ética no va sólo de evitar el mal; ni sólo de hacer el bien, sino de buscar siempre lo mejor (lo mejor posible, se entiende).

Cuando escucho a algunos teóricos de la literatura decir que el género de Fantasía no es mimético (es decir, que no imita la realidad) porque en Fantasía no se cumplen las leyes de nuestro mundo ordinario, me pregunto: ¿A qué leyes se refieren? Pues es claro que algunas no se cumplen, pero otras son muy similares a las de nuestro mundo. Lo supo ver bien Erich Auerbach en su Mimesis. Si no hubiera similitudes con nuestro mundo, ¿podríamos entender algo del Reino de Fantasía? Y si esas similitudes no tuvieran que ver precisamente con lo importante para nosotros en este, nuestro mundo, ¿para qué explorar esas geografías imaginarias?

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