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lunes, 10 de septiembre de 2018

¿Qué perdemos al decir «migrantes» donde antes decíamos «inmigrantes»?

Dhanbad, Bihar State, India, 1989. La imagen, de Sebastiao Salgado, forma parte de su proyecto Éxodos.


Desde hace unos meses se escucha con frecuencia en los medios de comunicación la palabra «migrante», en detrimento de las más habituales «inmigrante» y «emigrante». El cambio ha sido repentino y bastante globalizado, como si buena parte de los medios de comunicación españoles hubieran reescrito simultáneamente sus libros de estilo respecto de esta cuestión.

Los cambios de vocabulario –especialmente los que se producen de forma tan repentina y acordada- no son accidentales. Responden a una estrategia precisa sobre un cambio de mentalidad. Cambiar el lenguaje es cambiar el medio –y el modo- en que pensamos las cosas. Así que de inmediato me puse a pensar qué podría provocar este cambio de vocabulario y no me fue difícil formular mi primera hipótesis: «inmigrante», en castellano, es una palabra cargada de connotaciones negativas mientras que «migrante» parece más neutra. La razón vendría impulsada por esa punzante búsqueda de un lenguaje políticamente correcto.