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martes, 11 de abril de 2017

Stephen King: «¿Qué es escribir? Telepatía, por supuesto»

Stephen King, en el estado de Maine. Fuente: Bangordailynews.

«Me llamo Stephen King, y escribo el primer borrador de este texto en mi mesa de trabajo, una mañana de nieve de diciembre de 1997. Tengo varias cosas en la cabeza. Algunas son preocupaciones; otras, en cambio, son agradables; pero ahora mismo tiene prioridad el papeleo. […]
La publicación de este libro está prevista para finales de verano o principios de otoño del año 2000. De confirmarse el dato, tú, querido lector, estarás a cierta distancia cronológica de mí» (KING, Stephen. Mientras escribo, BeBolsillo, Barcelona, 2016, 115-116 · stephenking.com).
Esta posibilidad de que King, tú y yo estemos ahora mismo, a pesar de la distancia espacio-temporal, compartiendo lo que hay en nuestras conciencias, es lo que maravilla de la escritura al maestro del terror. On Writing (Mientras escribo) es el libro de Stephen King sobre el oficio de escribir. [Gracias, querido Juan Serrano, por revelarme su existencia]. A la pregunta «¿Qué es escribir?» King responde: «Telepatía, por supuesto […] Telepatía de verdad, ¿eh? Sin chorraditas místicas».

Las «chorraditas místicas» son tomadas por algunos como algo muy serio y muy real: la telepatía –la de verdad- consiste en compartir contenidos psíquicos entre personas sin intervención de los sentidos o de agentes físicos conocidos. Es el poder de leer la mente de otro, o de hablar directamente a la mente de otro, dejando que lea la nuestra. La ausencia de mediaciones es lo que nos parece misterioso, entre fantástico y terrible.

Aunque habitual, no es menos asombroso que podamos compartir contenidos psíquicos mediante la intervención de medios físicos. A esa magia que nos permite poner en común nuestras psiques mediante diversos medios expresivos articulados en el espacio y el tiempo, la llamamos «comunicación». Todos esos medios expresivos que vinculan la psique de los hombres entre sí son lo que llamamos «cultura». Para muchos (véase entre ellos a los transhumanistas), la necesidad de utilizar nuestros sentidos para enlazar nuestras psiques es una penosa carga, fruto de nuestra naturaleza corpórea, encarnada. Para mí, es una bendición que nuestra sangre y nuestros huesos nos obliguen a utilizar esas mediaciones tan físicas y rudimentarias que van desde las pinturas de Altamira hasta el cine de Pixar, pasando por Shakespeare y Cervantes, Goya y Velázquez, y un largo etcétera.

El libro de King comienza con el relato de su Curriculum vitae, un conjunto de escenas de su vida en las que reconoce situaciones biográficas que le formaron como el tipo de escritor que es. Me impactó el modo en el que valora allí a su mujer, así como el relato de su difícil experiencia con el alcohol y las drogas. Posiblemente gracias a la primera, y al abandono de lo segundo, contamos con este libro, que continúa con La caja de herramientas, cuyos elementos están agrupados en tres niveles de profundidad: vocabulario y gramática; estilo, forma y párrafo; la historia.

La parte más larga del libro, Escribir, agrupa multitud de consejos útiles para mejorar como escritores. ¿El primero? Leer y escribir mucho. Dedicar unas seis horas al día a ambas actividades, y escribir unas 2000 palabras diarias. ¿El segundo? Ser sincero y contar siempre la verdad. La verdad de la ficción, se entiende, que, como ya indicó Aristóteles en su Poética, no es la verdad de los hechos ocurridos en el pasado, sino la verdad de la vida, de lo que podría o debería ser. Especialmente oportunas me parecen sus reflexiones sobre la trama, el tema y el simbolismo en los relatos. Estas cuestiones, nos dice, son vitales para la unidad y resonancia del texto, pero conviene trabajar con ellas sólo en un segundo momento, para no forzar la historia en una dirección pre-establecida. Escribir es, para él, descubrir una historia, como desenterrar un fósil. La cosa empieza con una o dos ideas, del tipo situación+personaje(s), y se trata de descubrir qué más hay ahí, sacarlo a la luz sin romperlo demasiado. Eso exige dar libertad a los personajes, que son los que mueven la historia de una situación a otra. Luego, cuando revisemos el primer borrador completo, llegará el momento de descubrir cuál es el tema, qué símbolos hay -si es el caso- y cuál la trama esencial.

King sufrió un atropello en el verano de 1999 que estuvo a punto de acabar con su vida. Mientras escribo habría quedado inconcluso. Antes del accidente escribió su curriculum/biografía. Semanas después de abandonar el hospital empezó a escribir, con dificultad y mucho dolor, casi como terapia contra la depresión, la parte final de Escribir y el último capítulo: Vivir. Allí, además de narrar su accidente, nos contagia su amor por la vida y por la escritura, cuyo efecto, entonces y siempre, ha sido el de hacer de su vida «un lugar más luminoso y agradable». ¿Qué es escribir? King responde de nuevo, ahora explicando el sentido de su trabajo: «En último término, se trata de enriquecer las vidas de las personas que leen lo que haces, y al mismo tiempo de enriquecer la tuya. Es levantarse, recuperarse y superar lo malo. Ser feliz, vaya» (297).

Quizá por eso tanto la telepatía como la comunicación con extraterrestres han sido temas recurrentes en la ciencia ficción. Ambas pretensiones, como la del escritor, revelan una sed de comunicación, de encuentro, de unidad más allá del espacio y el tiempo, de trascendencia.
«Una parte (quizá demasiado larga) de este libro ha tratado de cómo aprendí a escribir. Otra, la mayor, de qué se puede hacer para mejorar. El resto (y quizá lo mejor) es un permiso: tú puedes hacerlo, debes hacerlo y, si tienes la valentía de empezar, lo harás. Escribir es mágico; es, en la misma medida que cualquier otra arte de creación, el agua de la vida. El agua es gratis. Conque bebe.

Bebe y sacia tu sed» (297).

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