Captura de pantalla del programa Chester in love emitido el 26 de febrero de 2017 en Cuatro. |
Santiago Moll (@smoll73) lanzaba en Twitter una pregunta puñetera, cosa que gusta de hacer y que yo le agradezco. Pocos estímulos educativos e intelectuales hay tan notables como las preguntas puñeteras, aunque le cuesten la vida a quien pregunta, cosa que aprendimos con Sócrates. Esta fue su provocación:
¿Qué opináis de esta cita? ”Se vive en una escuela decimonónica en la que docentes del siglo veinte enseñan a estudiantes de siglo XXI”.— Santiago Moll (@smoll73) 29 de enero de 2017
A lo que yo respondí:
Que la institución sea anterior a sus miembros actuales; que el docente sea mayor que el alumno; ¿dónde está lo raro? @smoll73— Álvaro Abellán (@AlvaroAbellan) 30 de enero de 2017
Soy muy fan de las nuevas metodologías docentes, pero cuando estas se afirman acríticamente y con desprecio sobre las viejas, me empiezo a poner nervioso. Lo reconozco: soy muy duro con la ignorancia educativa de los nuevos educadores. Entiendo bien lo que la frase quiere decir, en el buen sentido de la misma, pero tiene un mal sentido tan irrespetuoso con nuestros mayores que no podía callarme, entre otras cosas porque la falta de respeto con nuestros mayores y con la tradición (en la familia, en la escuela, en la vida pública) es una de las carencias más graves de la nueva educación. Sin contar con la tradición, aunque sólo sea para enmendarla, no podemos empezar a hablar. Por lo demás, no es extraño escuchar a nuevos educadores condenar la lección magistral empleando torpemente el método de la lección magistral, lo cual no deja de parecerme una triste ironía.
Hoy te comparto un pequeño y animado debate en el que se enfrentan una visión antigua de la educación, representada por un catedrático de instituto de Matemáticas ya jubilado, y una visión moderna, representada por profesionales del espectáculo y que coincide con la visión políticamente correcta. Puede parecer que el especialista, por serlo, juega con ventaja, pero es digno reconocer que juega fuera de casa y que eso, cuando hablamos de televisión, tiene mucho mérito.
El catedrático Ricardo Moreno elabora un discurso retóricamente bien trabajado que refleja, implícitamente, las tesis que él mismo defiende. Su lectio parece sencilla y desenfadada, graciosa, ágil, como improvisada. Sin embargo, esa facilidad es fruto de varias cualidades que él defiende: años de experiencia, esfuerzo en la preparación y el ensayo, conocimiento sobre cómo elaborar un buen discurso. Este es su esquema, que casi podríamos tildar de científico o, incluso, matemático:
Tesis: «Nuestro sistema educativo se basa en el engaño».
Argumento 1 (obligación y esfuerzo vs. motivación): «Todos tenemos unas obligaciones que tenemos que hacer estemos motivados o no y negar eso es engañar a los niños».
Ejemplo: «Tú todos los días vas a tu casa y te encuentras la comida hecha. ¿Quién te la hace? “Mi madre”. ¿Todos los días o sólo cuando está motivada?».
Argumento 2 (conocimiento y memoria vs. espíritu crítico): «El espíritu crítico sin conocimiento se llama charlatanería; un fanático es un ignorante lleno de espíritu crítico».
Ejemplo: «No hay obra de arte que no tenga detrás muchas horas de estudio y de conocimiento y al conocimiento se llega con el esfuerzo y con el ejercicio de la memoria, tan denostada hoy».
Argumento 3 (enseñar vs. descubrir por uno mismo): «Al niño hay que enseñarle lo que no sabe. Esperar a que descubra por sí mismo es una barbaridad».
Ejemplo: «Una niña estuvo con un profesor con el que tenía que descubrir por sí misma y claro, no descubría nada. Yo le dije: “No te preocupes, que te lo voy a contar yo y acabamos antes”. Es muy fácil caer en Matemáticas en esto, porque cuando te lo cuentan, dices: “Claro, el sentido común, no podía ser de otra manera”. Sí, pero la Humanidad ha tardado siglos. Mi alumna me agradecía que las había tratado como tontas. Yo le dije:
“No es que seas tonta, es que por muy lista que seas no vas a descubrir por ti misma lo que la Humanidad ha tardado siglos”».
Conclusiones:
Nuestro sistema educativo nos dice que lo importante no es la obligación ni el esfuerzo, sino la motivación y eso es un engaño, porque hay que cumplir con nuestras obligaciones, estemos motivados o no.
Nuestro sistema educativo dice que lo importante no es el conocimiento ni la memoria, sino el espíritu crítico, y eso es un engaño, porque no es posible el espíritu crítico sin conocimiento y memoria.
Nuestro sistema educativo dice que lo importante no es que te enseñen, sino descubrir por ti mismo, y eso es un engaño, porque no puedes descubrir por ti mismo lo que ha humanidad ha tardado siglos en descubrir. Corolario: Si no descubres por ti mismo no es que seas tonto.
Por estas razones, nuestro sistema educativo es malo porque se basa en el engaño.
A mi juicio, en este debate, la visión antigua gana por goleada y por eso mismo habría que decir que además de antigua es actual. Cuando algo es a un tiempo antiguo y actual ya no es antiguo (en un tono algo despectivo), sino clásico (palabra que todavía, quién sabe por cuánto tiempo, conserva su prestigio original).
Es claro que la motivación, el espíritu crítico y el descubrir por uno mismo (palabras talismán de la visión moderna) son muy importantes. Pero ninguno de estos recursos puede sostenerse sin defender antes el esfuerzo, la obligación, el conocimiento y la enseñanza (palabras talismán de la visión clásica). Entre otras cosas, porque defender lo moderno sin contar con lo clásico es tan absurdo como hacer (mejor, intentar hacer) castillos en el aire. Además de estúpido, es poco práctico hacer algo hoy (en el presente) sin contar con lo mejor que vivimos ayer (en el pasado).
Sin embargo, creo que no todo queda bien dicho en este discurso, seguramente por las limitaciones de un micro-debate televisivo cuyo formato invita a la dialéctica y la simplificación. Es verdad, como sostiene Moreno, que la falta de motivación no exime de la obligación. También es verdad que la mayor parte de las veces el gusto viene después del esfuerzo. Por último, también es verdad que el esfuerzo y la obligación sólo adquieren sentido cuando perseguimos un bien amado y que es el bien amado el que despierta nuestra motivación. Conocimiento y amor, desde Sócrates, maestro de maestros, no deben separarse. Si unos y otros giramos la vista al pasado con mirada limpia y honesta, habremos de reconocer que este dilema entre lo antiguo y lo moderno ya fue planteado y superado en la Atenas de hace 2400 años.
Mi querido Alfonso López Quintás, quien trata de ser contemporáneo sin dejar de mirar a los antiguos, seguramente diría algo parecido a esto:
- Hay diversos grados de madurez.
- Una persona inmadura (madurez en grado 0) es la que no hace lo que debe.
- Una persona con cierto grado de madurez (madurez en grado 1) hace lo que debe por obligación.
- Una persona plenamente madura (madurez en grado 2) hace lo que debe con gusto o por amor.
- A veces uno puede alcanzar con facilidad el grado 2 de madurez, sin apenas pasar por el 1. Otras veces, no.
- Es un engaño educar en la idea de que se puede pasar del 0 al 2 saltándose el 1; y es todavía más grave pensar que el grado 1 es peor que el grado 0; es decir, que no tener motivación nos exime de cumplir con nuestra obligación.
Esta explicación sobre el debate obligación-motivación requiere algo más que un tweet, pero tampoco necesita de un tratado. Puede explicarse en un párrafo. Y del mismo modo puede explicarse la relación entre conocimiento, memoria y espíritu crítico, o entre el aprendizaje por confianza en la autoridad sabia y el aprendizaje por descubrimiento, ambos íntimamente relacionados con el deseo y el amor.
El problema de fondo de esta dialéctica entre vieja y nueva educación es, a mi juicio, que el modo en el que se plantea (por oposición, por autoafirmación de la propia postura y desprecio de la ajena) hace más daño que bien, pues educa en la ideología, el partidismo y la simplificación, en lugar de hacerlo en el respeto, la estima y la colaboración. Pero a veces parece que los educadores están más por la labor de venderse a sí mismos haciendo brillar sus argumentos que por embarrarse en la búsqueda de la verdad. Y como este es precisamente uno de los problemas generales de nuestro tiempo, me gustaría ver a los educadores, clásicos y modernos, unidos en denunciar las simplificaciones, las ideologías y los partidismos, hermanados en tratar de explicar la complejidad de la vida real.
Amén. Somos enanos a hombros de gigantes.
ResponderEliminarComparto lo que dices. Te recomiendo que leas a Gregorio Luri, filósofo y pedagogo (aunque sus galones le vienen de dar toda la vida clase en primaria y secundaria). Saludos!
ResponderEliminarYa está en mi lista de "pendientes". ¡gracias!
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