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domingo, 12 de febrero de 2017

Bases filosóficas de la fantasía y la ciencia ficción

Liara T'Soni, Mass Effect (paper4pc.com).

Nuestra hipótesis: la ficción como curación del alma (en la línea de «Médicos ficticios para patologías reales»). Actitud: ser verdaderos teóricos, es decir, ser muy observadores (y observantes) de las verdades descubiertas. Contexto: una comunidad de aprendizaje de profesores de humanidades y alumnos de Videojuegos (en la Universidad Francisco de Vitoria) en la que somos muy conscientes del siguiente principio pedagógico: «Nadie lo sabe todo, nadie lo ignora todo, los hombres nos educamos mutuamente por mediación del mundo» (Paulo Freire). Nuestro mundo compartido es, por supuesto, el aula, y en ella invocamos y hacemos presentes dos tipos de mundos muy especiales: el Reino de Fantasía y los mundos posibles de la ciencia ficción. No es poca cosa reflexionar con seriedad sobre el modo en el que afecta a la vida la contemplación de mundos ficcionales, e incluso la vivencia de realidades imposibles pero cotidianas, como el hecho de que tenemos por delante algo que se llama «semestre» que dura menos de cuatro meses (de principios de febrero a mediados de mayo).

Es el segundo año de vida de esta asignatura. Me ilusiona sobremanera por la experiencia adquirida el pasado curso, por los nuevos alumnos que acabo de conocer y por mi nuevo compañero de aventuras, el profesor Javier Rubio Hípola (@jrhipola), cuyo blog (aunque el título sugiere estar en las antípodas del mío) os invito a conocer: tuopinionmisideas.com.

Este año tenemos por musa a Liara T’Soni, uno de los posibles romances del comandante Shepard en la saga Mass Effect. Ella encarna todos los atributos que los clásicos reconocían a la sophía: es hermosa; se muestra más joven que nosotros, pero resulta ser más antigua (allí donde la veis, cuenta 106 primaveras); nos enamora liberándonos de nuestro ego; nos eleva sobre lo cotidiano y nos sitúa frente a lo eterno; y al amarla y recibir su amor nos revela la verdad sobre quiénes somos y nos da fuerzas para ser quienes estamos llamados a ser.

Liara es una asari, raza distinguida por su inteligencia y su interés por civilizaciones olvidadas. Fiel a los suyos, se dedica a estudiar tanto la cultura como la tecnología proteana, encarnando una síntesis entre sabiduría teórica y aplicación práctica, actualizando el saber de los antiguos para responder a las amenazas y retos del presente. En Mass Effect I la telepatía de Liara ayudará a Shepard a comprender sus extraños sueños y a discernir su misión, una misión que le costará la vida, pero que salvará el mundo. ¡Cómo no va a ser nuestra musa de la sabiduría! «¡Pero es azul!», me decía un viejo maestro y amigo. «¡Claro! ¿No es el azul el color de la inteligencia?», respondí.

Estructuramos la asignatura en torno a tres indagaciones y dos talleres. Indagación y taller, las dos especialidades de Liara.

  • 1ª indagación: «¿Qué sostiene el mundo?». Quizá descubramos que los fundamentos del mundo ficcional y del mundo real son muy similares. Deberemos preguntarnos incluso cuál sustenta a cuál, es decir: si el Reino de Fantasía es consecuencia del mundo real o si el mundo humano es fruto de nuestra fantasía creadora.
  • 2ª indagación: «¿Es la imaginación la loca de la casa?». Al repasar las venturas y desventuras de la imaginación en la historia tal vez descubramos el porqué de su mala prensa, pero también cómo de ella han dependido las mejores realizaciones humanas. 
  • 3ª indagación: «¿Dónde vive Sherlock Holmes?». Tocará preguntarnos por el estatuto ontológico de los mundos ficcionales: qué son, a qué nivel de realidad pertenecen, cómo es posible entrar en ellos y salir de ellos, si podemos modificarlos y qué consecuencias tiene hacerlo o si ellos pueden modificar también nuestro mundo. 
  • En nuestro taller de «análisis de mundos ficcionales» buscaremos lo invisible que sostiene y ordena lo visible.
  • En nuestro taller de «creación de mundos posibles» trataremos de comprobar en qué medida «la teoría es la forma más elevada de práctica».

Esto es sólo el prólogo. ¿La aventura? La escribiremos en un semestre de tres meses. ¿El epílogo? Dependerá de lo que quede escrito en nuestras almas después de este camino compartido.

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