Vacas pastando libremente en el campo. (Wallpapersxl.com). |
¿Qué anhelo se esconde en nuestro deseo de vacaciones? Sin duda hay mucho de liberarnos de las obligaciones del año, de las ataduras a un ritmo, un lugar, un trabajo, unas rutinas no siempre asumidas con plena autenticidad. Todo eso puede ser verdad, pero eso es definir las vacaciones negativamente: verlas sólo como una negación, una evasión, un rechazo, una huida, un cesar. Y es cierto que allí se revela la etimología de la palabra: vacar, estar falto, carecer, abandonar un puesto. Pero en ese sentido exclusivamente negativo esto de vacar parece más propio de vacas que de hombres: todo me da igual, no me importa lo que hay a mi alrededor, allá el mundo, quiero pastar. ¿Tengo prado bien cercado y protegido? ¿Tengo hierba? ¡A pastar!
Quiero creer que nuestro deseo de vacaciones esconde otro anhelo que no debemos ignorar por difícil que resulte asumirlo. Ese otro anhelo tiene que ver con la esperanza de que las vacaciones sean eso que vagamente llamamos tiempo libre, que tan hermoso suena y que malamente sabemos gobernar. Las vacaciones son una liberación del tiempo ordinario y son una oportunidad para un tiempo extraordinario en el que podemos escoger qué hacer y con quién hacerlo. Por eso hacemos planes -o planificamos no planificar-, convencidos de tomar así, en cierto modo, las riendas de nuestra vida. Que seamos los mejores gobernantes de nuestra vida o que otro nos gobierne mejor que nosotros, eso es ya otra cuestión.
Decía Luigi Giussani que a un joven no se le debe juzgar tanto por cómo se comporta en el trabajo como por lo que hace en su tiempo libre. Aquí aparece de nuevo la distinción -mucho más borrosa en la realidad que en la teoría- de que uno es menos libre en el tiempo de trabajo y lo es más en en la vacación. De ordinario, otros marcan el ritmo de la vida; en vacaciones, debemos gobernarnos a nosotros mismos y, tal vez, eso resulta más difícil que lo anterior. Quizá decidamos no poner el despertador, ya que nadie nos espera a una hora concreta. Pero: ¿no cabría aprovechar precisamente esas horas de vacaciones para hacer otras cosas (además de dormir) que no podemos hacer el resto del año? Liberados del tiempo ordinario, adueñados de un tiempo extraordinario, ¿seremos buenos amos de nuestro destino? ¿nobles capitanes de nuestra alma?
¿En qué invertimos nuestras vacaciones? Y, durante ellas o a la vuelta… ¿Compartiremos algo? ¿Qué compartiremos? ¿Qué fotos publicamos en Facebook? ¿Qué diremos del lugar en el que estamos? ¿Qué relación secreta habrá entre el vacar del verano y toda nuestra vida ordinaria? Es impresionante constatar cómo todo esto revela mucho de cada uno de nosotros. Y quizá más todavía nos pueden revelar estas preguntas: ¿Con quién invertimos las vacaciones? ¿Quiénes queremos ser para esas personas con las que vamos a pasar las vacaciones? Responder bien a estas preguntas... ¿no es responder con madurez a esa otra y definitiva: Quién soy yo? Y tal vez acertar en la respuesta acrecienta ese hermoso lugar donde la vida se ensancha.
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Este artículo pertenece a la serie #TúTambién.
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