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lunes, 13 de junio de 2016

Aprendizaje por experiencia: ¿Qué es el mundo? ¡Un globo de cartón!

Fotograma de El gran dictador (The Great DictatorCharles Chaplin, 1940).

«¿Qué es el mundo?», pregunta el maestro. «Un globo de cartón», responde el alumno. Así parodia Jean-Jacques Rousseau los problemas de la educación moderna en su Emilio (1762). ¿La moraleja? Suele ser un error desvincular el aprendizaje de la experiencia. Hoy suceden cosas similares, y la anécdota que te comparto es real: «¿De dónde viene la leche?». «¡Del tetrabrick!».

Rousseau acierta al poner sobre la mesa la necesidad de vincular aprendizaje y experiencia, palabra y realidad. La pedagogía clásica no insistió demasiado en ello, quizá porque para ellos era algo evidente. Sócrates hablaba de lo que hablaba en el contexto y con las personas adecuadas. La educación en el seno de un gremio hacía convivir al niño y al adolescente con las realidades que aprendía a nombrar. En uno y otro caso, el aprendiz tenía por familiares las realidades ya antes de conocer su nombre, y las comprendía a la perfección aunque jamás aprendiera a escribir o leer. Hoy, sin embargo, consideramos analfabeto al niño medieval y letrado al postmoderno que saber leer la palabra «leche» en un cartón.

El caso del niño del globo de cartón no es muy distinto al de la mayoría de nosotros hoy. Estamos demasiado acostumbrados a utilizar palabras que designan realidades que, en el fondo, no conocemos. No tenemos experiencia real de aquello a lo que remiten. Sólo tenemos experiencia del uso de esas palabras que hemos visto en otros. En realidad, quedamos encerrados en el lenguaje, la ideología y los discursos, sin experiencia real, directa y concreta.

No ayuda mucho el sistema educativo. No ayuda mucho el mundo-medio creado por la prensa y las pantallas. No ayuda mucho la ideología tecnológica. Educación, medios y tecnologías generan hoy el discurso sobre lo real en el que nos movemos. Nos dan la falsa impresión de conocer el mundo. Peor aún: nos dan la falsa impresión de que resulta sencillo comprender el mundo. Pero la distinción entre erudición y sabiduría sigue siendo válida: el erudito conoce las definiciones de todo… pero sólo el sabio sabe a qué saben las cosas.

Se lo explicaba el psicólogo Sean (Robin Williams) a Will Hunting (Matt Damon): «Si te pregunto por la guerra probablemente citarás algo de Shakespeare: “De nuevo en la brecha amigos míos”. Pero no has estado en ninguna, nunca has sostenido a tu mejor amigo entre tus brazos esperando tu ayuda mientras exhala su último suspiro».

Las palabras son hermosas. Pero sólo lo son porque invocan la presencia de las realidades a las que apuntan. Son un puente que une al hombre con la realidad, al hombre con el hombre, a lo ya conocido con lo todavía por conocer. Pero cuando las palabras quedan cerradas sobre sí mismas, ciegan la posibilidad de tratar con la realidad y hacen imposible el auténtico diálogo. Palabra-experiencia, discurso-realidad. Sólo mediante esa vinculación secreta inaugura el lenguaje un campo de juego entre los hombres que hace posible edificar, entre nosotros, ese lugar donde la vida se ensancha.

PD: Como suelen indicarme con mirada cómplice los lectores de este blog con los que tengo la suerte de convivir, la imagen que ilustra estas palabras no está escogida al azar, y dice más que las palabras o, al menos, añade un chiste que, por escrito, sería penoso relatar.
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Este texto pertenece a la serie #TúTambién; su primera versión apareció en LaSemana.es,

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