Si viéramos por primera vez, con ojos inocentes, esta primera secuencia del primer capítulo de una serie, seguramente concluiríamos que el agente McNulty es el protagonista. Sin embargo, si tratáramos de hacer una sinopsis de esta serie al modo tradicional, es decir, partiendo de la acción dramática del protagonista (o protagonistas), la tarea nos resultaría realmente complicada.
En realidad, esta primera secuencia no sólo nos presenta un personaje -que, además, no será tan protagonista-, sino que nos presenta un mundo. Un mundo que es concebido como un juego bastante monónoto. «Siempre era igual». Un juego en el que las reglas se cumplen o no, porque «este es un país libre» y en el que a veces, se cumplan o no las reglas, alguien se toma la justicia por su mano. En este mundo, cuando alguien juega a hacer algo distinto, se la juega, es decir, arriesga su vida. Y, probablemente, además, pierda. Pierda su vida, o a su pareja, o su puesto laboral, o a sus amigos, o, sencillamente, pierda la apuesta. Y aun cuando la gana, descubrirá que eso apenas cambia nada, pues en el fondo no basta ganar una baza si no podemos ganar la partida.
Crear un mundo ficcional como The Wire exige:
- Como en cualquier historia, conocer los mecanismos por los que el hombre actúa, para construir personajes verosímiles y coherentes.
- Además, conocer los mecanismos de una estructura social (con distintas castas o clases y las distintas relaciones entre ellas) y también la estructura política, económica, educativa, industrial, mediática y algunas más de las que se muestran en las distintas temporadas de The Wire.
- Saber cómo pueden interactuar, de forma verosímil y coherente, los distintos personajes en ese mundo “ficcional”, asumiendo, violando o tratando de cambiar las reglas de ese mundo. Un mundo que, tal y como está constituido, les facilita o impide la realización de sus proyectos personales.
Como vemos, la tarea del contador de historias se complica, pues además de conocer a la persona, y a los distintos tipos de personas, el contador de historias contemporáneo tiene que conocer el mundo, y los distintos tipos de submundos, o mundos particulares, que hay ya en nuestro mundo compartido.
Esta es una de las razones por las que la noción de «mundo posible ficcional» se está convirtiendo en nuclear tanto para la creación como para el análisis de la ficción contemporánea. Lo que ocurre con The Wire, que el desarrollo del mundo ficcional sea igual o más relevante que el desarrollo de los personajes que lo habitan, no es una excepción.
¿Por qué la ficción contemporánea desplaza hoy su atención del personaje al mundo ficcional en el que habita? La razón, a mi juicio, es sencilla: del mismo modo que las historias siempre nos han servido para saber quiénes somos, hoy les pedimos a las historias que nos expliquen también cómo es nuestro mundo. Porque nuestro mundo es cada vez más complejo.
De estas y otras cosas hablamos los días 7 y 8 de abril en el IV Congreso de Signis-España, organizado por la Universidad Francisco de Vitoria en torno al tema «Mundos posibles en la ficción televisiva. La edad de oro de las series» (Aquí el programa completo). Allí tuve el gusto de participar en una mesa redonda sobre Distopías y mundos posibles, moderada amablemente por el crítico de cine Carlos Aguilera y conformada por Amparo García-Plaza (UE San Dámaso), Jorge Martínez Lucena (U. Abat Oliva) y un servidor.
La elección del tema me pareció muy acertada, la organización del congreso fue magnífica y el plantel de participantes -salvando lo presente-, tanto profesionales como académicos, de gran altura. Agradezco especialmente a Juan Orellana (presidente de Signis-España) su invitación; y a Luis M. Ferrández (comité organizador) su magnífica inspiración y dedicación.
En la imagen: Juan Orellana (inmortaliza el momento), Amparo García-Plaza, Álvaro Abellán-García,
Carlos Aguilera y Jorge Martínez Lucena. Foto: Ana Mª del Valle.
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Os dejo con la magnífica pieza informativa elaborada por Mirada XI TV.
Captura de pantalla de la última secuencia de la serie The Wire. |
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