Mario Vargas Llosa en la biblioteca de su casa en Madrid.
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En su Elogio de la educación (Taurus, Great Ideas, 2015), Mario Vargas Llosa recopila varios textos en los que responde a preguntas del tipo: ¿Qué es un gran libro? ¿Leer, nos hace mejores? ¿Por qué dedicar nuestro tiempo a la ficción? De esta forma desmitifica la idea de la Literatura como pasatiempo y la sitúa en el contexto la formación de personas. Huelga decir que el Nobel sabe que la Literatura no es sólo una herramienta pedagógica. Es más: es formativa precisamente porque no es una herramienta, sino expresión y desarrollo de nuestra propia naturaleza humana.
El primero de los textos, muy breve, lleva por título «¿Qué es un gran libro?» (Lima, 1979) A lo que Vargas Llosa responde apuntando cuatro características:
1. «Para mí, un gran libro es aquel que se introduce en mi vida, perdura en ella y la modifica. El primer gran libro que leí fue Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas, cuando tenía unos diez años». Añadimos nosotros, elevando la intrahistoria a Historia, que un gran libro es aquel que se introduce en la Historia, perdura en ella y la modifica. Pues es cierto que muchos libros han transformado la forma en la que vemos el mundo y a nosotros mismos en él.Sirva esta síntesis del primer texto del libro para animarte a adquirirlo y leerlo al completo. No descarto que en otra ocasión, en este mismo blog, comparta contigo otras reflexiones del maestro.
2. «Un requisito indispensable […] es que no sea demasiado simple, que exija de mí un esfuerzo intelectual», pues esa complejidad no es gratuita, sino «la misma que tiene la vida humana». Pone como ejemplo las novelas de William Faulkner, sus alteraciones del tiempo y el empleo de varios narradores entrecruzados. La vida no es cosa sólo de uno, sino de innumerables otros, cuyas perspectivas y planteamientos nos proyectan o nos resisten, situando en todo su volumen el dramatismo de la propia vida.
3. Un gran libro «es una especie de amigo fiel al que puedo acudir en busca de ayuda y consejo». Vargas Llosa cita aquí la Correspondencia de Flaubert, en la que «uno sigue paso a paso su vida de escritor», donde ha encontrado respuestas a las preguntas que se hacía y aliento en los momentos de desánimo. Sus palabras me llevan a Quevedo, quien decía vivir, gracias a los libros, «en conversación con los difuntos», escuchando con sus ojos a los muertos, quienes «enmiendan o fecundan» sus asuntos, puesto que «al sueño de la vida hablan despiertos».
4. «Finalmente, un gran libro es para mí aquel que me obliga a revisar mis opiniones, que de alguna manera me contradice». Recuerda ahora su relectura de El hombre rebelde de Albert Camus, experiencia que le convenció de que la violencia nunca está justificada. Añado yo también aquellos libros que, sin hacernos cambiar de opinión, nos obligan a revisarnos siempre, nos alertan de que tal vez podamos estar equivocados.
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