Ana del Valle, momentos antes de comenzar la defensa de su tesis. Foto: @Suka131. |
«No nos asombremos demasiado de hallar, en lugar de las palabras travelling, encuadre, objetivo y toda la fastidiosa jerga de los estudios, los términos más nobles y pretenciosos de alma, dios, inquietud o pecado» (Son palabras de Jean-Luc Godard en referencia al cine de Alfred Hitchcock).
Así comenzó Ana del Valle la defensa de su tesis doctoral, que lleva por título La posición de cámara y el montaje en el cine de Alfred Hitchock como un acto moral. La tesis ha sido defendida en la Universidad Francisco de Vitoria, ante un tribunal integrado por José Manuel García Ramos (presidente), Ninfa Watt, José Ángel Agejas, Juan Orellana y Pedro Javier Gómez Martínez.
Quiero agradecer a cada uno de los miembros del tribunal su lectura rigurosa y a fondo de la tesis; lo valioso de sus aportaciones; el modo en que se han puesto en juego reflexionando a partir del contenido de la tesis; su arte al lograr que sus correcciones orienten, formen y mejoren el trabajo de la doctoranda; y la profundidad y el valor de sus preguntas. Lamento ahora no haber grabado todas sus intervenciones para meditarlas con mayor tiempo y calma.
Fue un acto académico vibrante, de gran altura, tanto intelectual como existencial. La tesis ha recibido la calificación de Sobresaliente cum laude por unanimidad; y pronto tendré ocasión de compartir contigo más cosas sobre la “original” y “extraordinaria” tesis de mi primera doctoranda, pues “hay que tener valor para hacer una tesis sobre Hitchcock y pretender decir algo nuevo, y esta tesis lo ha logrado” –son todas palabras del tribunal–.
La noche anterior a la defensa, según preparaba un breve discurso para valorar el trabajo de la ya doctora del Valle, iba, yo mismo, cobrando mayor conciencia de lo que he querido hacer como director y de lo que sería deseable en una defensa de tesis. Te comparto más abajo el discurso que preparé, con algunos añadidos –que omití pronunciar para no alargar el discurso.
«Con la venia del presidente,
“Dado un hecho –un hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor–, llevarlo por el camino más corto a la plenitud de su significado”. Con estas palabras, José Ortega y Gasset nos introduce en sus Meditaciones del Quijote, su primer libro, publicado en 1914. “Dado un hecho –un director de cine, una obra cinematográfica, una tesis doctoral, algún dolor y sacrificio–, llevarlo por el camino más corto a la plenitud de su significado”. Porque, añade Ortega, “hay dentro de toda cosa la indicación de una posible plenitud [y] un alma abierta y noble sentirá la ambición de perfeccionarla. Esto es amor –el amor a la perfección de lo amado”.
Quiero pensar que esa es la tarea que nos convoca hoy, aquí, a todos los presentes: pues un ejercicio académico habrá de ser lo más riguroso y preciso que se quiera, pero habrá de serlo, precisamente, por amor a la verdad.
Nuestra doctoranda del Valle no es Ortega, ni La ventana Indiscreta es El Quijote, ni Alfred Hitchcock es don Miguel de Cervantes, ni esta tesis doctoral pretende ser una meditación, aunque a ratos lo parezca. Pero no quisiera alentar con mis palabras una competición entre famas, que sería casi como una competición entre egos, sino justo al revés; lo que trato es de subrayar una coincidencia en el carácter que inspira algunas biografías intelectuales.
Aquel primer libro de Ortega y este primer libro de Del Valle coinciden ambos en ser prendas de amor. En estar prendidos de amor por un gigante del pasado y por su obra, y también por la convicción de que ese gigante puede ofrecer un valioso servicio a los hombres de nuestro tiempo.
El montaje y cada uno de los planos de la tesis que hoy nos reúne, dejan fuera de campo, fuera de nuestra mirada, algunos elementos importantes. Yo quisiera en apenas cinco minutos abrir el plano y situar esta investigación en un contexto más amplio pues, tal y como ha mostrado la doctoranda en su trabajo, nuestro punto de vista incluye en sí mismo cuestiones epistemológicas y éticas de gran relevancia.
Primer punto de vista: esta doctoranda es licenciada en Comunicación Audiovisual y tiene el valor de presentar su tesis en un programa de doctorado en Humanidades. ¿A qué se debe esta pretensión?
Segundo punto de vista: esta doctoranda estudió en la Universidad Francisco de Vitoria y allí descubrió un ideal que es también un reto de nuestro tiempo: superar la fragmentación del conocimiento y contribuir a una nueva síntesis de saberes que ponga en conexión cada fragmento con el todo y, especialmente, con el bien de la persona y el bien común. En ese sentido, su tesis se inscribe en fidelidad y continuidad con otras anteriores defendidas ya en esta misma sala y referenciadas en su trabajo.
Tercer punto de vista: a esta doctoranda le fue encomendado impartir la asignatura de Tecnología de los Medios Audiovisuales, a pesar de que las tecnologías nunca le atrajeron demasiado. En esa situación, iluminada por el ideal de la síntesis de saberes y con la vocación de formar integralmente a sus alumnos, se puso a investigar qué nos dicen las tecnologías audiovisuales sobre quién es el hombre y en qué medida la naturaleza de las tecnologías nos habla de la naturaleza humana.
Creo que estos tres puntos de vista nos permiten lograr un decoupage, un montaje interior, íntimo, que ilumina mejor el camino que recorre esta investigación.
Dada la actual fragmentación de saberes podríamos preguntarnos si esta tesis es sobre cine o si es sobre Humanidades. Yo me atrevo a sugerir que es sobre cine y que por tratar de llevar el cine “a la plenitud de su significado”, esta tesis sobre montaje y posición de cámara es también una tesis en Humanidades.
En los dos primeros capítulos encontramos un estado de la cuestión extenso y una serie de reflexiones teóricas muy complejas. No debemos buscar allí la originalidad o el valor de esta tesis, sino el esfuerzo de la doctoranda por alcanzar una comprensión integral sobre Alfred Hitchcock y su obra, así como un estudio de los planteamientos teóricos que le permitirán encontrar un lenguaje adecuado para su trabajo posterior. Creemos que ese esfuerzo ha sido suficiente y fecundo.
En el capítulo III, la doctoranda repasa cerca de 30 películas de Alfred Hitchcock subrayando cuestiones morales y de sentido relacionadas con la posición de cámara y el montaje. Su primera lectura me suscitó una impresión similar a la que relata el doctor Orellana en su prólogo al libro de Gutiérrez Recacha sobre Directores católicos en el Hollywood clásico: vi en este capítulo un planteamiento en el que se habla del hombre “desde dentro del cine”, “con categorías cinematográficas”, y eso es “algo muy poco habitual y bastante extraordinario”. Hay un antes y un después en mi modo de enfrentarme al cine de Hitchcock –y no sólo al de Hitchcock–, un antes y un después provocado por la lectura reposada y reiterada de esas páginas.
Del capítulo IV sólo lamento lo limitado del mismo, pues quedo con hambre de más. Sin duda, mayor empaque tendría ese modelo de análisis de no ser por el Vertigo que la última ley sobre el doctorado ha generado en la universidad española, que provoca en muchos doctorandos y directores cierta Psicosis, pues tenemos la impresión de vivir Con la muerte en los talones.
Este error es algo que debemos llevar también “a la plenitud de su significado”. Así, si esta tesis contribuye en algo al significado que puedan tener para nosotros Hitchcock, el cine o la posición de cámara y el montaje como actos morales, es mérito total de la doctoranda. Y si en esta tesis hay errores que oscurecen la verdad que trata de presentarnos, son todos responsabilidad de su director.
Quiero dar gracias a Dios por poner a Ana en mi camino –pues los alumnos también llevan a la plenitud de su significado a los profesores–, y por unirnos en esta vocación universitaria que también yo descubrí en nuestra Alma Mater; y quiero, finalmente, rogar al tribunal que las limitaciones de este director novel no oscurezcan el esfuerzo, la originalidad y los logros de su primera doctoranda.
Muchas gracias».
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