Imagen promocional de El secreto de vivir, con Gary Cooper y Jane Athur, 1936. |
Frank Capra aterrizó en el cine con la esperanza de ganar algunos dólares. Le cogió el truco y obtuvo muchos éxitos. Soñaba con ganar un Oscar. Obtuvo cuatro nominaciones por Dama por un día (1933) y, mientras ponía todo su empeño en promocionar esa película, rodó sin mucho interés Sucedió una noche (1934). La primera no obtuvo ningún Oscar; la segunda, pese a las regulares críticas iniciales, se convirtió en la favorita del público. Fue la primera película en ganar los cinco Oscar más importantes: director, película, guión, mejor actor y mejor actriz.
El vértigo del éxito le pudo. «Una vez alcanzada la cumbre del Everest, vayas donde vayas es siempre hacia abajo», escribió. Su orgullo y su miedo al fracaso le provocaron una enfermedad que estuvo a punto de acabar con su vida, hasta que un extraño hombrecillo fue a visitarlo a su casa y le dijo:
«Señor Capra, es usted un cobarde. Pero lo que es infinitamente más triste…, es usted una ofensa a Dios. ¿Ha oído a ese hombre de ahí dentro? [en referencia a un discurso radiado de Hitler]. Ese malvado hombre está intentando desesperadamente envenenar el mundo con odio. ¿A cuántos puede hablarles? ¿A quince millones…, veinte millones? ¿Y durante cuánto tiempo…, veinte minutos? Usted, señor, puede hablarles a cientos de millones, durante dos horas…, y en la oscuridad. Los talentos que posee usted, señor Capra, no son suyos, no son autoadquiridos. Dios le dio esos talentos; son Sus dones a usted, para que los use en Su beneficio. Y cuando usted no usa los dones con los que Dios lo bendijo, es usted una ofensa a Dios…, y a la humanidad. Buenos días, señor».Aquella conversación disipó la fiebre, la tuberculosis y el desaliento de Capra en menos de 24 horas. Su siguiente película fue El secreto de vivir (Mr. Deeds goes to town, 1936), cuya idea de fondo, según el propio Capra, era la siguiente:
«Un hombre sencillo y honesto, acorralado por depredadores sofisticados, puede, si lo desea, llegar hasta lo más profundo de sus recursos dados por Dios y surgir con todo el valor, ingenio y amor necesarios para triunfar sobre su entorno».Esa idea inspira casi la totalidad de los filmes posteriores de Capra. Entre ellos, claro está, ¡Qué bello es vivir! (1946), pero también Caballero sin espada (1939), Juan Nadie (1941) y Horizontes lejanos (1952). Dicha conversación le llenó también de fuerzas para dirigir la Academia del cine de los EE UU en sus momentos más difíciles, así como la Asociación de Directores. Ganó hasta cinco Oscar y es reconocido como padre del género documental por su serie Why we fight (Por qué luchamos, 1942-1945, los siete, disponibles online) en la que persuadía a los estadounidenses sobre la necesidad de derrotar a Hitler.
Esta es sólo una de las muchas anécdotas inspiradoras que recoge Capra en su autobiografía El nombre delante del título (prologada por John Ford), una obra de obligada referencia para los amantes del cine americano y de sus personajes más significativos. Capra los conoció a todos, y habla de todos ellos. Su autobiografía, más que unas memorias, parecen otra de sus películas: rebosa acción, humor, ritmo y esa convicción de fondo de que los hombres honestos que llegan hasta lo más hondo de sus talentos, ingenio, valor y amor, son capaces de edificar, juntos, ese lugar donde la vida se ensancha.
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Este artículo, de la serie #TúTambién, fue publicado originalmente en LaSemana.es.
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