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martes, 17 de mayo de 2022

Don Mario Benedetti, tú quisiste superar todas las grietas

Mario Benedetti en 1983 (Fuente: Wikipedia)
«Voy a cerrar los ojos en voz baja. Voy a meterme a tientas en el sueño. En este instante el odio no trabaja para la muerte, que es su pobre dueño», escribió, una vez, don Mario Benedetti. Hasta mañana, llevaba por título. Sin la esperanza, o sólo a medias, de que mañana hubiera Mañana. Creo que es su poema más trágico, más duro, donde reconoce con crudeza que la vida, cuando estamos verdaderamente despiertos, no tiene sentido. Por eso él prefería soñar e, incluso cuando hablaba en serio, no lo hacía por mucho tiempo. A pesar del miedo que reconocía en este poema terminaba pidiéndonos: «No me lo digan cuando me despierte».

Hoy hace 13 años que don Mario dejó de escribir poemas en esta tierra y quiero rescatar para dialogicalcreativity lo que escribí entonces en LaSemana.es. Nos vendieron sus obituarios que fue un poeta comprometido políticamente. Es verdad, y pagó el precio. Dicen que fue un gran poeta, depurado en un estilo muy personal. Dicen que fue un poeta del amor y con seguridad el amor era, para él, lo más importante. En Interview, simula responder a una entrevista en la que dice no creer ni en el infinito, ni en la política ni en el estilo. Cuando le preguntan por el amor no puede dudar: «El amor es una cosa seria». Inmediatamente, añade: «por favor, esto último no vaya a publicarlo».

Incluso en el amor, Benedetti era un hombre apocado, suavemente irónico, temeroso de sus limitaciones y capaz de valorar lo más sencillo. ¡Que grande aquel poema a La Octava en un concurso de belleza, qué genial Los formales y el frío. Don Mario huía siempre de pretensiones demasiado románticas llamadas, son toda probabilidad, al fracaso. «Compañera / usted sabe / puede contar conmigo / no hasta dos o hasta diez / sino contar conmigo», proponía tímidamente, sin esperar que su amor fuera correspondido. Pero lo fue. Luz, su compañera, pasó con él desde que se conocieron hasta el final de su vida. No me consta que dedicara a Luz, expresamente, uno solo de sus poemas. Pero le dedicó toda su obra, en la primera página de sus Inventarios: «A Luz, como siempre».

Hace exactamente 13 años, varios amigos pasaron días dándome el pésame, pues saben que yo apreciaba mucho los versos de don Mario, y me han escuchado declamarlos siempre que la ocasión era propicia. Una de sus preocupaciones, ante las injusticias que vivió, es que el mal fuera olvidado. «El olvido está lleno de memoria», escribió a menudo. «Y la verdad será, al final, que no hay olvido», sostuvo en una de sus raras afirmaciones categóricas. 

Tampoco habrá olvido de lo bueno que viviste, don Mario, mientras alguien haga suya tu voz y extienda el eco de tus, más que poemas, reflexiones compartidas. 

No habrá olvido aquí, ni habrá olvido allí, si es cierto lo que dijo San Agustín de que el Padre es la memoria del ser. Uno de tus poemas me sorprendió especialmente: Irse. En él le dices a una mujer lo que Dios le reveló al hombre en la Parábola del hijo pródigo: «Cada vez que te vayas de vos misma, no olvides que te espero en tres o cuatro puntos cardinales. Siempre habrá un sitio, dondequiera, con un montón de bienvenidas. Todas te reconocen desde lejos y aprontan una fiesta, tan discreta, sin cantos, sin fulgor, sin tamboriles, que sólo vos sabrás que es para vos».

Ahora que tus ojos se han cerrado por última vez en voz baja, ahora que tal vez descubriste que tu sueño es más real que estar despierto en vida, ahora que quizá veas más allá de las injusticias y las limitaciones propias y ajenas… ahora, espero, has confirmado la verdad profunda de ese poema, y la voz del Único que puede pronunciarlo convirtiéndolo en verdad eterna: «Volver es otra forma de encontrarse y así sabrás que allí también te espero».

Porque tus poemas siempre fueron un encuentro a medias: encuentro en todo lo hermoso que cantaste; desencuentro por todo lo que no te atreviste a soñar. Por eso, si aquí luchaste por vencer todas las Grietas «que separan la maravilla del hombre de los desmaravilladores», ahora estás donde todos y todo es maravilla, donde definitivamente puedes gritar, sin ironías ni temores, que la vida se ensancha

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Este artículo, de la serie Tú también , fue publicado en su versión primera en LaSemana.es.

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