Retrato del dr. House, imagen promocional de la serie House M.D. |
Con esta anécdota comencé mis clases de Teoría de la Comunicación con mis alumnos de Periodismo y Comunicación Audiovisual, recién llegados a la universidad. Quería invitarles a que superen los miedos y el asco a la “teoría” –que tan mala prensa tiene, y no precisamente por su culpa- y animarles a que permanezcan muy atentos para examinar en primera persona –en su propia experiencia– las cuestiones sobre las que vamos a hablar en clase, puesto que la comunicación interpersonal y la comunicación social nos afectan de forma decisiva en nuestra vida cotidiana. El caso del primer contagio de Ébola en suelo español, la política de comunicación en torno a ese caso y el comportamiento de miles de usuarios en redes sociales digitales, vinieron a confirmar algunos días después, con un ejemplo real, lo que quería explicarles.
Tenía otra buena razón para empezar con esa historia, que les compartí de inmediato: la anécdota del médico no es real; y la aprendí de una alumna de Comunicación Audiovisual que apenas unos días antes la había utilizado como exordio en la presentación de su Trabajo de Fin de Grado (TFG), en el que sacó un 9, cerrando, de forma sobresaliente, sus cuatro años de formación universitaria. La ya antigua alumna se llama Laura Migallón (@LauM_03, también en Flikr) quien sufrió mis clases en su primer año de carrera. Laura me pidió ayuda para preparar la presentación oral de TFG ante el tribunal. Decidimos juntos que empezaría el discurso con un exordio, una pequeña historia que enganchara al público, captara la benevolencia del tribunal y a la que pudiera volver para explicar cada uno de los elementos importantes de toda su exposición.
La historia de Laura me servía para conectar el primer día de clase de mis actuales alumnos con el último día de clase de una compañera suya recién graduada. Pude ilustrar con un ejemplo real que la universidad es mucho más que aprobar asignaturas y que las relaciones entre profesores y alumnos –que quizá lleguen a ser maestros y discípulos– pueden superar los límites del aula y el examen y que, aunque tenemos roles distintos, es responsabilidad de profesores y alumnos aprender juntos, es decir, enseñarnos mutuamente muchas cosas. En eso consiste conformar juntos una comunidad de aprendizaje. Yo puse las condiciones para un buen exordio y Laura, sin saberlo entonces, me regaló la mejor forma de empezar mi clase este año. Y todo eso, sin que fuéramos ya formalmente –administrativa o burocráticamente–, profesor y alumna.
Hay todavía una cuarta razón por la que quise compartirles esta anécdota, así como el Trabajo de Fin de Grado de Laura, que lleva por título: Comparación antropológica entre la construcción de personajes en Anatomía de Grey y House: médicos ficticios para patologías reales (tutorizado por la profesora Ana del Valle). Laura ha sabido vincular la formación profesional adquirida en la carrera, la formación en Humanidades específica de nuestra universidad y una de sus pasiones: las series de televisión. Vincular teoría y práctica, humanismo y profesionalidad, trabajo y pasión personal, es un reto para todos, y la universidad es un lugar ideal para aprender a hacerlo.
Los médicos ficticios de Anatomía de Grey y House pasan por estas dificultades y tratan de superarlas. Al contemplar sus patologías ficticias, su esquizofrenia entre vida y profesión, y su lucha para superar sus dificultades, tal vez aprendamos a combatir las nuestras, muy reales. Confío en que Laura pueda seguir haciéndolo ahora; e invito a mis nuevos a alumnos a que ensayen, durante estos años, a vincular profesión, humanidad y entusiasmo.
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