Un roble (An Oak Tree), de Michael Craig-Martin, 1973. |
Como pensé que no tendrías una lupa a mano, he transcrito el texto más abajo, en su versión original y en una traducción propia. También puedes visitar la web de Michael Craig-Martin, en la que tienes fotos del vaso y del texto a muy buena resolución.
[Actualización 26-01-2016: Me escribe Kristen, desde Artsy.net, para presentarme su proyecto y pedirme que enlace este artículo a la Artsy's Michael Craig-Martin page, cosa que hago encantado. Firma su mail con una cita de Craig-Martin que reproduzco: «The art world, of all worlds, has room for everyone»].
Suelo proponer el disfrute de esta obra a mis estudiantes de Bellas Artes y Diseño de la Universidad Francisco de Vitoria, en nuestra asignatura de Filosofía Aplicada. Como artistas, nos enfrentamos a Un roble porque esta obra ilustra lo esencial del arte contemporáneo, aquello que es aplaudido por algunos y que cumple buena parte de lo que otros llaman los pecados capitales del arte contemporáneo. Como universitarios, nos interesa forjar un pensamiento crítico, y eso pasa por comprender los diversos planteamientos que, sobre el tema del arte, de la verdad y de la verdad del arte nos hemos planteado a lo largo de la historia. Lejos de desentrañar Un roble, me limito a exponer algunas claves para los debates que pretendo suscitar.
Sobre el arte contemporáneo
Los artistas actuales parecen haber abandonado el ideal de la Belleza por el de la Verdad. No sólo son críticos con la belleza formal que no aparece al servicio de alguna verdad, sino que muchos, conscientemente, huyen de lo que solemos llamar lo bello. El artista conceptual lleva la cuestión aún más lejos, reduciendo la dimensión plástica y sensible de la obra (lo que se ve) a una cuestión más funcional y menos vinculada al virtuosismo de las formas. Parecen decirnos: «Sí, eso lo puede hacer cualquiera, pero es que la clave no está en pintar muy bien, no está en lo que hago, sino en algo anterior y posterior a lo que hago».
La preocupación por la Verdad, por supuesto, no implica necesariamente la apuesta por una verdad absoluta y remite, más bien, a la cuestión de la autenticidad del artista, a su ser él mismo, a que su palabra –su obra– sea sincera y propia. El artista de hoy, digamos, aspira a que le creamos, a que nos tomemos en serio su propuesta. En ese sentido, no espera de nosotros un puro goce sensible y pasivo (que digamos «¡Qué bonito!» y ahí nos quedemos), sino un juego, una interacción, una co-creación en acto de la obra de arte, un diálogo. Un roble nos pone frente a todos estos debates.
Sobre la cuestión de la verdad
La verdad no es un concepto con el que jugar intelectualmente, sino la fuente del repertorio de convicciones sobre el que fundamos nuestra existencia. En la vida, en cada momento de nuestra vida, necesitamos «saber a qué atenernos» (Ortega y Gasset) para, contando con ese saber, tomar libremente la mejor decisión posible. Pues bien, la pregunta por la verdad es la pregunta por la seguridad o la firmeza de esos cimientos sobre los que vamos a edificar, con cada una de nuestras acciones, nuestra propia vida. Necesitamos de la verdad para asegurarnos de que aquello a lo que vamos a atenernos es un terreno firme y seguro.
De nuevo, Un roble nos pone frente a esta cuestión. En el texto, quien hace las preguntas busca «saber a qué atenerse» con respecto de la obra del artista; y lo hace desde los tópicos en los que buscamos habitualmente nuestras certezas. Las respuestas del artista, sin embargo, ponen en jaque nuestra visión de las cosas y tratan de renovar nuestra comprensión de la verdad y, especialmente, del tipo de verdad a la que nos enfrenta el arte, una verdad que es «invisible a los ojos» (Saint-Exupéry).
No será necesario subrayar que no se trata, en Un roble, de creer la literalidad de lo que nos dice el artista, pero sí de tomarnos en serio lo que nos dice –de creerle durante el juego de nuestra contemplación– para recorrer con Craig-Martin la aventura intelectual que nos propone. Sin más, te dejo con la obra-entrevista. Espero que la disfrutes.
«Un roble
P: Para empezar, ¿podría describir su trabajo?
R: Claro. Lo que he hecho es convertir un vaso de agua en un roble grande y maduro sin altear los accidentes del vaso de agua.
P: ¿Los accidentes?
R: Sí: el color, texto, peso, tamaño…
P: Quiere decir que el vaso de agua simboliza un roble?
R: No. No es un símbolo. He cambiado la sustancia física del vaso de agua por la de un roble.
P: Yo lo veo como un vaso de agua.
R: Por supuesto. No he cambiado su apariencia. Pero no es un vaso de agua, es un roble.
P: ¿Puede probar lo que afirma que realmente ha hecho?
R: Bueno, sí y no. Yo afirmo haber mantenido la forma física del vaso de agua y, como usted puede ver, lo he hecho. Sin embargo, al modo en que uno normalmente busca evidencias de un cambio físico en términos de alteración de la forma, así no existen pruebas.
P: ¿No será que simplemente ha llamado “roble” a este vaso de agua?
R: En absoluto. Ya no es un vaso de agua. He cambiado su sustancia actual. Ya no sería exacto decir que es un vaso de agua. Uno puede llamarlo como quiera, pero eso no alteraría el hecho de que es un roble.
P: ¿No es esto igual que lo del nuevo traje del emperador?
R: No. Con el nuevo traje del emperador la gente afirmaba ver algo que no estaba allí porque ellos sentían que debían hacerlo. Me llevaría una sorpresa si alguien me dijera que ve un roble.
P: ¿Fue difícil conseguir el cambio?
R: En absoluto. Pero me llevó años de trabajo darme cuenta de que podía hacerlo.
P: ¿Cuándo exactamente el vaso de agua se convirtió en un roble?
R: Cuando puse agua en el vaso.
P: ¿Ocurre siempre que usted llena un vaso con agua?
R: No, por supuesto que no. Sólo cuando intento convertirlo en un roble.
P: ¿La intención causa el cambio?
R: Yo diría que lo precipita.
P: ¿No sabe cómo lo hace?
R: Eso contradice lo que creo saber sobre causa y efecto.
P: Me da la impresión de que usted afirma haber obrado un milagro. ¿No es así?
R: Me halaga que piense usted eso.
P: Pero, ¿no es usted la única persona que puede hacer algo así?
R: ¿Cómo voy a saberlo?
P: ¿Puede enseñar a otros a hacerlo?
R: No, no es algo que pueda enseñarse.
P: ¿Considera que transformar un vaso de agua en un roble constituye una obra de arte?
R: Sí.
P: ¿Qué es exactamente la obra? ¿El vaso de agua?
R: Eso ya no es un vaso de agua.
P: ¿El proceso de cambio?
R: No hay ningún proceso involucrado en el cambio.
P: ¿El roble?
R: Sí, el roble.
P: Pero el roble sólo existe en la mente.
R: No, el actual roble está físicamente presente, pero en forma de vaso de agua. Igual que el vaso de agua es un vaso de agua concreto, el roble es un roble concreto. Concebir la categoría ‘un roble’ o imaginar un roble concreto es no comprender la experiencia de comparecer ante un vaso de agua como un roble. Así como es imperceptible, es también inconcebible.
P: ¿Existía este roble concreto en algún otro sitio antes de que tomara la forma de un vaso de agua?
R: No, este roble concreto no existía previamente. Puedo también descartar que no tiene ni tendrá nunca otra forma que ésta de un vaso de agua.
P: ¿Cuánto tiempo permanecerá como un roble?
R: Hasta que lo cambie».
[Cuenta la leyenda que, cuando trasladó su obra a Australia, quedó retenida en la aduana. Preguntado el guardia que impidió su paso, éste respondió: «Aquí pone "un roble" y está prohibido el acceso al país de plantas que no son autóctonas y que pueden generar un desequilibrio en el medio ambiente»].
«An Oak Tree
Q. To begin with, could you describe this work?
A. Yes, of course. What I've done is change a glass of water into a full-grown oak tree without altering the accidents of the glass of water.
Q. The accidents?
A. Yes. The colour, feel, weight, size ...
Q. Do you mean that the glass of water is a symbol of an oak tree?
A. No. It's not a symbol. I've changed the physical substance of the glass of water into that of an oak tree.
Q. It looks like a glass of water.
A. Of course it does. I didn't change its appearance. But it's not a glass of water, it's an oak tree.
Q. Can you prove what you've claimed to have done?
A. Well, yes and no. I claim to have maintained the physical form of the glass of water and, as you can see, I have. However, as one normally looks for evidence of physical change in terms of altered form, no such proof exists.
Q. Haven't you simply called this glass of water an oak tree?
A. Absolutely not. It is not a glass of water anymore. I have changed its actual substance. It would no longer be accurate to call it a glass of water. One could call it anything one wished but that would not alter the fact that it is an oak tree.
Q. Isn't this just a case of the emperor's new clothes?
A. No. With the emperor's new clothes people claimed to see something that wasn't there because they felt they should. I would be very surprised if anyone told me they saw an oak tree.
Q. Was it difficult to effect the change?
A. No effort at all. But it took me years of work before I realised I could do it.
Q. When precisely did the glass of water become an oak tree?
A. When I put the water in the glass.
Q. Does this happen every time you fill a glass with water?
A. No, of course not. Only when I intend to change it into an oak tree.
Q. Then intention causes the change?
A. I would say it precipitates the change.
Q. You don't know how you do it?
A. It contradicts what I feel I know about cause and effect.
Q. It seems to me that you are claiming to have worked a miracle. Isn't that the case?
A. I'm flattered that you think so.
Q. But aren't you the only person who can do something like this?
A. How could I know?
Q. Could you teach others to do it?
A. No, it's not something one can teach.
Q. Do you consider that changing the glass of water into an oak tree constitutes an art work?
A. Yes.
Q. What precisely is the art work? The glass of water?
A. There is no glass of water anymore.
Q. The process of change?
A. There is no process involved in the change.
Q. The oak tree?
A. Yes. The oak tree.
Q. But the oak tree only exists in the mind.
A. No. The actual oak tree is physically present but in the form of the glass of water. As the glass of water was a particular glass of water, the oak tree is also a particular oak tree. To conceive the category 'oak tree' or to picture a particular oak tree is not to understand and experience what appears to be a glass of water as an oak tree. Just as it is imperceivable it also inconceivable.
Q. Did the particular oak tree exist somewhere else before it took the form of a glass of water?
A. No. This particular oak tree did not exist previously. I should also point out that it does not and will not ever have any other form than that of a glass of water.
Q. How long will it continue to be an oak tree?
A. Until I change it».
Muy buena nota, la disfruté mucho y la tomo como punto de partida para charlarlo en la radio. Muchas gracias y saludos
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