The Newsroom aborda bajo el paraguas del desastre de la central nuclear de Fukushima el tema ético del off the record. En el capítulo sexto de la primera temporada, Sloan (Olivia Munn) debe presentar un informativo en el que habla con un técnico de la central con el que había tenido una entrevista previa, bajo el acuerdo de no oficial, extraoficial u off the record.
En su encuentro previo, el técnico informó a Sloan de que era posible que hubiese daños en el tercer reactor y que en ese caso era posible que el nivel de reacción subiera a siete. Una vez en directo, el técnico apareció en antena junto con una traductora que además de mediar entre la entrevistadora y el entrevistado, limitaba el alcance de la entrevista. El técnico sólo se atrevió a decir que el nivel de radiación era de tres y que pasaría como mucho a cinco. Sloan sabía off the record que podría alcanzar siete, lo cual es considerablemente más grave y pondría en peligro la vida de miles de personas. El dilema es claro: Sloan puede mantener su palabra y callarse una información que puede resultar vital para miles de personas o bien puede hacerla pública, traicionando a su fuente. Opta por lo segundo. En el vídeo que encabeza esta entrada puedes ver cómo deja en evidencia a su fuente y también la bronca posterior que recibe por boca del jefe de Informativos de su cadena.
Sloan Sabbith (Olivia Munn), en The Newsroom 1x06 |
Periodista y fuente deben pactar escrupulosamente en cada caso las reglas concretas del off the record, para evitar malentendidos y conflictos innecesarios. Por ejemplo: en sentido estricto, la fuente debe indicar al periodista, antes de desvelar nada, que va a hacerlo extraoficialmente u off the record, para que el periodista pueda negarse a recibir una información bajo este pacto o bien poner algunas condiciones antes de escucharla.
Si la palabra entre fuente y periodista ha de ser sagrada, pero el periodista cree en conciencia que esa información no se puede ocultar a la opinión pública, deberá hacer lo que sea para tratar de cumplir con ambas obligaciones. O bien verificar el contenido de esa información por otras fuentes –tarea siempre necesaria, para no difundir rumores interesados- (caso Watergate) o bien convencer a la fuente de que rompa ella misma el off the record, tal y como relata otra gran película sobre buen periodismo (El dilema, Michael Mann, 1999) al abordar el caso de la tabacalera Brown&Williamson.
La cuestión del off the record en este capítulo sitúa a Sloan en una situación extrema. Así debe ser, tanto para clarificar al máximo el problema ético como para mantener la adecuada tensión dramática propia de un relato audiovisual. De esta forma cobra verdadero volumen la cuestión de la fidelidad del periodista (hacia sus fuentes, su medio y, sobre todo, los ciudadanos) y la relación entre la verdad y el bien (personal y común), demasiado compleja para resolverla con el eslogan ¡transparencia total ya!.
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