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martes, 20 de agosto de 2013

Rodéate de los mejores

¿En qué sentido Ocean buscó a los mejores para hacer el trabajo?
Imagen promocional de Ocean's Eleven (Steven Soderbergh, 2001)
Creo que la primera vez que escuché este consejo fue en boca de Aristóteles y, sin duda, es un adagio habitual entre los clásicos romanos, como Séneca. En el fondo, el «a hombros de gigantes» de Bernardo de Chartres no deja de ser una variante académica de este «rodéate de los mejores».

Steve Jobs solía decir que no tenía ningún reparo en apropiarse las ideas de otros si al hacerlo se mejoraba a sí mismo o mejoraba sus productos. Ya comenté en LaSemana.es la influencia que en Jobs –y en los actuales diseños de Apple- tuvo la arquitectura de Frank Lloyd Wright popularizada por Joseph Eichler. Hoy todos disfrutamos de ese contagio entre genios.

En este sentido, rodearse de los mejores y dejarse irradiar por ellos parece un sabio consejo. Ahora bien: ¿Quiénes y en qué sentido son los mejores? ¿Los que no son los mejores no merecen nuestro tiempo, compañía o atención? En boca de Jobs, la respuesta sería algo como: «No, lo que no es lo mejor es una mierda, pasa de ello». Pero en boca de Aristóteles o Séneca, la respuesta sería otra, por eso merece la pena que examinemos el contenido de la expresión «los mejores».

Frank Lloyd Wright, La casa de la cascada, 1939. 
En un primer contexto, en el que conviene dar toda la razón a Jobs, la frase es cierta: si quieres garantizar el éxito de un proyecto, rodéate de los mejores. No hablamos aquí de amigos, de familia, de compañeros… ni siquiera el acento fundamental está aquí en las personas, sino en los proyectos. La máxima aparece aquí de un modo evidente: si quieres el mejor proyecto posible, rodéate de los mejores profesionales que mejor se ajusten a las necesidades del proyecto. Es indiscutible.

El problema viene cuando aplicamos esa máxima al conjunto de la vida humana. En este segundo contexto –al que se refiere, por ejemplo, Aristóteles- la máxima cobra un sentido marcadamente moral. «Los mejores» son personas virtuosas, fiables, responsables, diligentes, sensibles… Conviene rodearse de los mejores porque nos inspiran y nos hacen mejores a nosotros, porque nos enseñan a ser grandes a nosotros mismos, porque, cuando se juntan los mejores, generan verdadera cultura, es decir, un caldo de cultivo donde la vida se ensancha y no ya los proyectos, sino el mundo entero, se convierte en una aventura que nos lleva a la mejor versión de nosotros mismos.

Ahora bien, si estos «mejores» son realmente «los mejores», no los veremos jamás encerrados en un elitismo discriminador, en un club entre secreto y privado donde pavonear el propio ego. No se les pasará por la cabeza llamarse a sí mismos «los mejores» e invertirán buena parte de su tiempo -gastarán su vida- al servicio de aquellos a los que Jobs tacharía de «ser una mierda». Y lo harán, no por una caridad mal entendida, sino con la íntima convicción de que sus propias vidas –y sus propios dones- sólo tienen sentido como un servicio sagrado a la vida y las vocaciones de innumerables otros.

El «rodearse de los mejores» nos proporciona el descanso del guerrero, el entrenamiento para la batalla y la creación de proyectos y ámbitos generadores de auténtica humanidad. Es entonces cuando esa vieja máxima cobra pleno sentido y podemos decir, con justicia, que rodearnos de los mejores es poner las condiciones óptimas para empezar a crear en uno mismo.

¿A quiénes has reconocido en tu vida como los mejores?

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Este artículo, perteneciente a la serie #CrearEnUnoMismo, revisa y actualiza una versión originalmente publicada en LaSemana.es.

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