Captura de pantalla del perfil de X de Íñigo Errejón (29.10.2024) |
Captura de pantalla del perfil de X de Íñigo Errejón (29.10.2024) |
El caso es que Morin menciona en ese libro sus «mandamientos de la complejidad». «No voy a repetirlos aquí, pero hay diez principios», escribe, misterioso él (p. 146). «¿Cuáles?», me pregunto. «¿Cuáles?», pregunto un minuto después a una Inteligencia Artificial Generativa (IAG), tipo Chat GPT, pero otra. Respuesta:
«Edgar Morin no estableció específicamente "10 mandamientos de la complejidad", pero sí desarrolló principios clave en su teoría del pensamiento complejo. Basándome en sus ideas, podemos resumir algunos de los conceptos fundamentales de la siguiente manera: […]».
Decido insistir, cortésmente: «Creo que Morin sí establece 10 principios, en concreto, en su obra Ciencia con conciencia». «Tiene razón, me disculpo por el error en mi respuesta anterior». Sabed que la IAG y yo nos entrenamos mutuamente en la cortesía británica de la discusión cordial. Me concede amablemente la semejanza entre «mandamientos» y «principios». Sin desdecirse, sin embargo, de lo anterior:
«Efectivamente, Edgar Morin sí propuso 10 principios o mandamientos de la complejidad en su obra Ciencia con conciencia. Basándome en la información proporcionada, aquí están los 10 mandamientos de la complejidad según Edgar Morin: […]».
Lo que viene en los «[…]» de su segunda respuesta es exactamente lo que ya dijo en los «[…]» de su primera respuesta. No los reproduzco aquí, porque no son lo que dice Morin en esa obra. Hablo con una IAG cordial, pero cabezota. Así que voy a la fuente: Ciencia con conciencia (Ed. Anthropos, versión de Ana Sánchez, 1984). Allí encuentro un capítulo titulado «Los mandamientos de la complejidad» (p. 357 y ss). Resulta que Morin los llama, alternativamente, «mandamientos» y «principios». Pero Morin recuerda mal —o cambia de opinión, como gusta decir Sánchez de sí mismo— pues allí no presenta diez mandamientos, sino 13. Quizá la analogía mosaica resultó muy poderosa y procuró que sobraban tres.
Fotograma de El peor equipo del mundo (Taika Waititi, 2023). |
En la literatura anglosajona, el «pensamiento crítico» suele limitarse a enseñar técnicas para detectar falacias lógicas o evaluar la calidad de las fuentes de información. Esto es necesario, pero no es suficiente. El pensamiento crítico, además de un conjunto de técnicas, es una virtud, un hábito intelectual que, para aplicarse adecuadamente, debe ir acompañado de otros hábitos intelectuales y morales. Es necesario, por ejemplo, combinar pensamiento crítico y pensamiento creativo, como trataré de hacer más abajo. Es preciso también no reducir el pensamiento creativo a otro conjunto de técnicas, sino formarlo como otro hábito. Distinguir cuándo toca ser creativos y cuándo críticos es un arte, del que se ocupa otra virtud, la prudencia. Y la prudencia conecta las virtudes intelectuales con las morales: templanza, fortaleza, justicia, etc.
El objetivo de ese capítulo es contribuir a una renovada comprensión de la fantasía moderna, en lo referido a sus potencialidades especulativas y prácticas, es decir, a su capacidad para cuestionarnos a nosotros mismos, nuestro mundo y nuestro modo de conducirnos en él. Para hacerlo, presenta una pregunta de investigación: ¿Qué añade la noción de "sub-creación" de J.R.R. Tolkien a la "mímesis" aristotélica? Luego ofrece un método y las fuentes fundamentales para responder a esa pregunta. Finalmente, abre una primera ruta para responder a la cuestión, en la que se indican la ruptura y la continuidad entre la cosmovisión del griego y la del británico. Precisamente en los intersticios de esa ruptura se cuela la posibilidad poética de la fantasía moderna.
Ref: ABELLÁN-GARCÍA BARRIO, Álvaro. "De la mímesis a la subcreación: rutas para investigadores del porvenir", en HERNÁNDEZ RUIZ, V Y RUBIO HÍPOLA, J. (coords.), con prólogo de Eduardo SEGURA. Tolkien revisitado. 50 años después de su viaje a Valinor, Sindéresis, Madrid, 2023, 61-80.
Calle Mártires concepcionistas, 1. Madrid. |
Me recuerda un doctorando —y hace bien— que no estoy cumpliendo la promesa de compartir por esta vía mi #CaminoATitular, aunque algo más lo he hecho en Ig. Lo cierto es que he avanzado mucho en las lecturas y el plan de trabajo y pronto daré cuenta de eso. Pero no así en la escritura. Acumulo más de 100 páginas que habrán de tener otro uso —futuros papers—. Pero sí, ya he encontrado el tono, al menos para la primera parte del proyecto que es, en realidad, memoria. Son ya unas 40 páginas. Comienza así...
Sagasti: de padres e hijos
Colegio Calasancio, antigua cárcel de Porlier, finales de los 80. «Es listo, pero muy vago», repetían los profesores a mis padres. Tomaban como evidencia la evaluación continua. Primeros parciales: 0, 2, 4, 3… Hacia mitad de trimestre: 7, 6, 8, 10… Nota final: aprobado. Los datos eran ciertos. La interpretación, errada. No es que yo pasara las tardes tumbado en la cama con la mirada fija en el techo, que también. Es que prefería hacer otras cosas que mis preocupados profesores no veían, pues lo las recogían los números. Jugar al baloncesto, practicar judo, escuchar música, leer y escribir, ojear láminas y dibujar, repasar atlas y trazar mapas de islas imaginarias, diseñar aventuras de Dungeons & Dragons para meter en problemas a mis amigos y ver cómo los superaban. El plan era el siguiente: gastar poco tiempo y esfuerzo en memorizar datos sin contexto o en solucionar problemas artificiales que ya estaban resueltos. Invertir el tiempo y esfuerzo ahorrados en entrenar el cuerpo, la mente y el corazón. Disfrutar con amigos de actividades estimulantes; entrar en contacto directo con los grandes pensadores, escritores, artistas; inventar situaciones realmente nuevas y tratar de solventarlas creativamente.