Es un honor tenerle entre mis antiguos alumnos de BBAA en la UFV.
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Me arriesgo a decir, aunque esto resulte más polémico a oídos poco avisados, que lo que hoy llamamos pensamiento creativo es, también, pura especulación. Y eso explica por qué las personas prácticas acusan a los creativos de que su forma de pensar es una pérdida de tiempo. Y explica también la perversión del término: llamamos especuladores a los que juegan mentalmente con algo que ("todavía" o "en principio") no es real.
El pensamiento especulativo, en todas las formas que mencioné anteriormente, se opone al pensamiento práctico. Mientras el segundo se orienta al discernimiento de los fines (objetivos, metas) y a la elección de los medios necesarios para alcanzarlos, el pensamiento especulativo nos obliga a aparcar temporalmente la acción para buscar (sin seguridad de éxito) nuevas y más ricas formas de comprender la realidad.
Muchas veces vemos a personas que piensan sólo por pensar o, por mejor decir, piensan por no vivir. De ellos decimos que “se pierden en especulaciones”, pero sería más preciso decir que se pierden y desgastan en divagaciones, que no es lo mismo. De hecho, si para algo sirve el sano especular (en su función de espejo de lo real y, también, de espejo de nosotros mismos) es para volver a encontrarnos después de habernos perdido.
Los grandes pensadores se han encargado de subrayar con nitidez que el pensamiento especulativo se opone al pensamiento práctico. Lo hacen por una cuestión a un tiempo metodológica y ética: si estoy preocupado por mis intereses, mi mirada y mi interés pre-determinarán lo que seré capaz de ver. Sin embargo, esos mismos grandes pensadores insisten con humor en que no hay nada más práctico que una buena teoría (Chesterton); o que la teoría es la forma más elevada de práctica (Aristóteles). Lo dicen por muchas razones, pero ésta es la que quiero subrayar hoy: no es posible una acción mejor sin un pensamiento mejor. No es posible superar un nuevo problema sin una nueva mirada. No es posible una práctica inspiradora, creativa y motivadora sin una renovación constante de nuestra comprensión.
En estos tiempos nos sobran pensadores prácticos y acciones contundentes. También nos sobran divagadores. Sin la especulación, sin la teoría, sin esa comprensión amorosa de lo concreto, es fácil que nuestra acción, aun la mejor intencionada, se convierta en otra forma más de violencia. Seguramente esta falta de comprensión atenta a lo real, más que otra cosas, explica el enorme divorcio que separa hoy a gobernantes y gobernados. Nos faltan, y los necesitamos con urgencia, grandes especuladores que descubran, comprendan y nos hagan comprender alternativas a los problemas de un sistema que, desde hace ya varios años, ha dejado de funcionarnos.
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Esta nota pertenece a la serie #CrearEnUnoMismo y su primera versión, ahora reformulada, apareció originalmente en LaSemana.es.
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