¿En qué sentido Ocean buscó a los mejores para hacer el trabajo? Imagen promocional de Ocean's Eleven (Steven Soderbergh, 2001) |
Steve Jobs solía decir que no tenía ningún reparo en apropiarse las ideas de otros si al hacerlo se mejoraba a sí mismo o mejoraba sus productos. Ya comenté en LaSemana.es la influencia que en Jobs –y en los actuales diseños de Apple- tuvo la arquitectura de Frank Lloyd Wright popularizada por Joseph Eichler. Hoy todos disfrutamos de ese contagio entre genios.
En este sentido, rodearse de los mejores y dejarse irradiar por ellos parece un sabio consejo. Ahora bien: ¿Quiénes y en qué sentido son los mejores? ¿Los que no son los mejores no merecen nuestro tiempo, compañía o atención? En boca de Jobs, la respuesta sería algo como: «No, lo que no es lo mejor es una mierda, pasa de ello». Pero en boca de Aristóteles o Séneca, la respuesta sería otra, por eso merece la pena que examinemos el contenido de la expresión «los mejores».
Frank Lloyd Wright, La casa de la cascada, 1939. |
El problema viene cuando aplicamos esa máxima al conjunto de la vida humana. En este segundo contexto –al que se refiere, por ejemplo, Aristóteles- la máxima cobra un sentido marcadamente moral. «Los mejores» son personas virtuosas, fiables, responsables, diligentes, sensibles… Conviene rodearse de los mejores porque nos inspiran y nos hacen mejores a nosotros, porque nos enseñan a ser grandes a nosotros mismos, porque, cuando se juntan los mejores, generan verdadera cultura, es decir, un caldo de cultivo donde la vida se ensancha y no ya los proyectos, sino el mundo entero, se convierte en una aventura que nos lleva a la mejor versión de nosotros mismos.
Ahora bien, si estos «mejores» son realmente «los mejores», no los veremos jamás encerrados en un elitismo discriminador, en un club entre secreto y privado donde pavonear el propio ego. No se les pasará por la cabeza llamarse a sí mismos «los mejores» e invertirán buena parte de su tiempo -gastarán su vida- al servicio de aquellos a los que Jobs tacharía de «ser una mierda». Y lo harán, no por una caridad mal entendida, sino con la íntima convicción de que sus propias vidas –y sus propios dones- sólo tienen sentido como un servicio sagrado a la vida y las vocaciones de innumerables otros.
El «rodearse de los mejores» nos proporciona el descanso del guerrero, el entrenamiento para la batalla y la creación de proyectos y ámbitos generadores de auténtica humanidad. Es entonces cuando esa vieja máxima cobra pleno sentido y podemos decir, con justicia, que rodearnos de los mejores es poner las condiciones óptimas para empezar a crear en uno mismo.
¿A quiénes has reconocido en tu vida como los mejores?
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Este artículo, perteneciente a la serie #CrearEnUnoMismo, revisa y actualiza una versión originalmente publicada en LaSemana.es.
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